Cuba: Unanimidad vs. Institucionalidad
julio 5, 2012
Fernando Ravsberg*
HAVANA TIMES — Varias veces el Presidente Raúl Castro ha criticado la
falsa unanimidad, pero si alguien tiene el récord indiscutible en este
sentido es el parlamento cubano: lograron legislar durante casi 4
décadas sin que jamás un diputado haya votado en contra.
Son 600 hombres y mujeres de todo el país, de diferentes extractos
sociales, desde veinteañeros hasta abuelos en edad de retiro, tocan los
más diversos temas de la vida nacional y curiosamente siempre terminan
estando todos de acuerdo.
Se trataría de una rareza en cualquier parte del mundo pero, conociendo
el alma controversial de los cubanos, aquí se podría definir como un
verdadero milagro.
El problema es que muchos no se lo acaban de creer y sospechan que hay
gato encerrado.
Pudo ser un aparato útil para gobernar de forma centralizada y pasar las
leyes por la Asamblea Nacional como mero formalismo pero, si se pretende
institucionalizar el país, el parlamento debería ser uno de los primeros
lugares a transformar.
Los diputados fueron elegidos por el pueblo y deben defender los
intereses de sus electores. Les ayudaría invertir las cosas, dejar de
considerarse funcionarios gubernamentales en sus comunidades y actuar
como representantes de su gente ante el poder central.
Los informes al parlamento de los ministros o del presidente solo
recogen el aplauso de los diputados. Pero no se trata de un concurso de
popularidad sino de dirigir una nación necesitada de mentes críticas que
corrijan permanentemente su rumbo.
La pasividad legislativa es tal que Cuba en vez de ser un país de leyes
se ha convertido en una Estado de "resoluciones", "circulares" y
"decretos", promulgados por los funcionarios de gobierno y algunas veces
reñidos con la legalidad e incluso con la Constitución.
No tengo noticias de que algún diputado haya protestado en el parlamento
por la prohibición anticonstitucional de entrar a los hoteles, ni
representantes de las provincias orientales que debatieran las
restricciones impuestas a sus votantes para emigrar a la capital.
Institucionalizar es poner orden en la casa para que cada uno haga lo
que le corresponde dentro de las potestades que les otorga la ley. La
tarea principal de un parlamento es legislar, además de ejercer, en
nombre de los ciudadanos, un controlsobre el Poder Ejecutivo.
Poco de eso ocurre en la actualidad y difícilmente se transformará el
parlamento mientras siga dirigido de la misma forma que lo ha sido hasta
ahora. En este sentido, la renovación generacional que ya se rumorea
podría facilitar los cambios dentro de la institución.
También necesitarán otra mentalidad en el Partido Comunista, cuyos
militantes ocupan el 90% de los escaños parlamentarios. Esos hombres y
mujeres no pueden ejercer plenamente su función como diputados mientras
estén sujetos a la disciplina partidaria.
El centralismo democrático les da a los comunistas la posibilidad de
debatir internamente pero después los obliga a apoyar la decisión
mayoritaria. Así que prácticamente les resulta imposible cuestionar en
el parlamento a un ministro miembro de la dirección del PCC.
Nadie cree que, como ocurre en otros países, los diputados ocupen el
cargo para enriquecerse pero eso no significa que gocen de gran
prestigio entre los cubanos, pocos tienen la esperanza de que "su
representante" vaya a resolver los problemas de la comunidad.
Para cambiar esa percepción necesitarían un parlamento vivo, que mire la
realidad con ojo crítico, que permanezca vigilante ante el poder
central, que no tema el debate público y que conforme el interés
nacional como síntesis de los diferentes intereses locales que
representan los diputados.
La tarea no es sencilla pero es imprescindible en un momento de
trasformaciones que obligan a cambiar no solo las leyes sino hasta la
propia Constitución. Muchos dicen que las reformas avanzan lentamente
pero lo cierto es que ni así el parlamento logra alcanzarlas.
Puede que no dependa de ellos la aprobación de una nueva ley migratoria
pero es que tampoco aprueban el Código de Familia que regulará los
derechos de los niños, los ancianos y de la comunidad LGBT a pesar de
que ya llevan 5 años "debatiéndolo".
El anuncio de la reunión del parlamento el próximo día 23 me puso a
pensar en las potencialidades, capacidades y posibilidades de los
diputados y diputadas de base. Conozco a algunos y sé que son personas
de bien, decentes, dedicadas e inteligentes.
Evidentemente no son ellos el problema sino un modelo de gobierno, unos
mecanismos y una mentalidad que les impiden actuar como representantes
de sus comunidades y jugar así el papel que realmente les tocaría en un
país institucionalizado.
—–
(*) Publicado con la autorización de BBC Mundo.
http://www.havanatimes.org/sp/?p=66789
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