Thursday, April 21, 2011

Las grandes esperanzas

Publicado el miércoles, 04.20.11

Las grandes esperanzas
Vicente Echerri

"No es sólo que el socialismo agrede toda forma de propiedad, sino que
todos los conceptos fundamentales del socialismo coactan también todas
las formas de la libertad… El socialismo es, en esencia, un ataque… al
derecho del hombre o la mujer ordinarios a respirar libremente sin tener
una mano ruda, torpe y tiránica que le tape la boca y las narices".

Estas definiciones de Churchill, con las que advertía –en 1945– a los
electores británicos de los peligros, tal vez un poco exagerados, de un
triunfo del Partido Laborista (todavía entonces con muchos resabios
marxistas), sirven para retratar una ideología que, desacreditada en
medio mundo, encuentra aún defensores y propugnadores. El escandaloso
caso de Cuba, por ser el que nos toca más de cerca, resulta
paradigmático. Pocas veces el divorcio entre el discurso político de un
régimen y su gestión administrativa ha sido mayor. De ahí que todos los
comentarios y especulaciones que suscitó en la prensa el reciente
congreso del Partido Comunista de Cuba me parezcan superfluos. Se trata
de una grotesca pantomima de la que no puede derivarse ningún cambio
real. El castrismo ha agotado inútilmente todas sus municiones y quiere
convencernos de su poder y vigencia con unas escopetas de corcho. Es
sencillamente patético.

Esta semana se cumplen cincuenta años de que Fidel Castro declarara el
carácter socialista de su revolución, confirmando con ello las denuncias
y sospechas de muchos. Para los ingenuos, los odiadores, los resentidos
y los incapaces de crear bienes, que entonces abundaban en Cuba como en
cualquier sociedad, tal anuncio se traducía en la obtención gratuita de
prebendas sociales por parte de un Estado que les habría de relevar de
la lucha por la supervivencia. El resultado neto ha sido ruina
económica, descomposición social y tiranía política. Cuba es un país
que, material y moralmente, se ha caído a pedazos. Y así seguirá
mientras el socialismo lo gobierne. La ideología del régimen no es
viable ni nunca lo será.

Un débil reconocimiento de ese fracaso, como el que expresa el informe
de Raúl Castro en este congreso, no sirve de mucho. El capitalismo
menesteroso de los cuentapropistas que medren al amparo de las recientes
disposiciones sólo servirá, en el mejor de los casos, para aliviar
algunos rubros de servicios y acentuar el encono entre los que puedan
enriquecerse un poco y los que sigan siendo asalariados o pensionados
del gobierno. El castrismo enclenque, como su principal inspirador, es
incapaz de hacer lo que le corresponde: confesar su fracaso esencial (no
accidental) que conlleva el abandono de la ideología y de la gestión
gubernativa. Esto, yo entiendo, es pedirle al régimen y a su dirigencia
que se suiciden; pero, luego de este medio siglo de despilfarro y
crímenes, en verdad que es lo único honorable que podrían hacer.

La regeneración de Cuba pasa, pues, por el fin del régimen que usurpó
los poderes públicos e impuso una ideología que, al coactar la libertad,
no podía dejar de paralizar la actividad económica y de pervertir la
sociedad. El congreso del Partido —que no es más que una asamblea de
obsequiosos monigotes— carece de facultades para hacer algo tan
trascendental y dramático como exigen los tiempos: declarar el Estado
comunista en quiebra y pedirle al pueblo que reformule, mediante un
amplio plebiscito, todas las instituciones del gobierno. Por el
contrario, la actitud de los Castro y sus secuaces es la de
atrincherarse y, mediante estas cautas medidas, ganar un día más, un mes
más, un año más, de manera que la muerte los encuentre en el disfrute de
sus privilegios.

Cualquier aspiración a cambios reales y legítimas mejoras que no
contemple el fin del régimen no pasa de ser un ejercicio de futilidad y
una ilusión a la que ninguna persona sensata debe darle cabida, mucho
menos si se trata de un cubano exiliado. El socialismo en Cuba ha de
terminar –violenta o pacíficamente– algún día. Y la espera de ese fin,
que es una de las razones de nuestra existencia, no debe verse
contaminada por mediocres cambios cosméticos que la tiranía pueda
ofrecer con el único objeto de perpetuarse. Hay quien se admira de lo
mucho que ha durado el castrismo, de su capacidad de resistir a pesar de
su caterva de fracasos; pero nosotros, los que siempre le hemos
declarado nuestra enemistad, hemos resistido también y aún contamos con
energías para seguirlo haciendo. Nunca han de abandonarse las grandes
esperanzas por las pequeñas.

©Echerri 2011

http://www.elnuevoherald.com/2011/04/20/926178/vicente-echerri-las-grandes-esperanzas.html

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