Saturday, April 16, 2011

A cincuenta años de Playa Girón

Playa Girón, Bahía de Cochinos

A cincuenta años de Playa Girón

Una visión del año 61 desde el 2011

Rafael del Pino, EEUU | 14/04/2011

La nostalgia de la patria ausente siempre está conmigo. Pero en vísperas
de Girón la misma se acrecienta. La memoria de los hechos de la epopeya
y de los hombres que participaron en ella por momentos se apodera de mí
totalmente. Parece que todo lo ocurrido hace cincuenta años en realidad
hubiese transcurrido ayer y me vienen a la mente con una nitidez
sorprendente uno tras otro mil detalles de aquellos días.

Recuerdo el ataque de la aviación enemiga y los destrozos que nos causó,
la sensación de alegría que sentimos cuando en horas del mediodía
llegaron a la base el capitán Álvaro Prendes y el teniente Douglas Rudd,
mis dudas de si con escasas horas de vuelo en aviones de combate los
pilotos bisoños pudiéramos estar a la altura del momento crucial que nos
esperaba.

Me acuerdo de cómo me corría la adrenalina por el cuerpo cuando
despegaba de la pista de San Antonio de los Baños en la primera misión
hacia un frente de batalla incierto y de cómo los pilotos nos
vigilábamos mutuamente y nos robábamos los aviones para ir a jugarnos la
vida.

Vienen a la mente las continuas misiones de combate sin descanso alguno,
los buques hundidos, los aviones derribados, el orgullo que sentíamos al
ver la bandera cubana de nuestras fuerzas desplegadas en el campo de
batalla y los saludos de nuestros combatientes cuando divisaban a
nuestros aviones y las muestras de júbilo que mostraban cuando nos veían
abatir a un aparato enemigo.

Recuerdo el dolor y el llanto que sentíamos por la pérdida en combate de
nuestros compañeros pilotos y la alegría que experimentábamos cuando
veíamos a aviadores de combate regresar ilesos a la base. Y también como
ya casi al final de la batalla tuvimos todos la certeza de que
moriríamos combatiendo a la aviación norteamericana que volaba sobre
nosotros en círculo, observando los pormenores del combate.

Y, por último, recuerdo un sentimiento extraño e indescriptible de la
alegría por la victoria, combinada con un intenso dolor y el deseo de
llorar por las valiosas vidas humanas que nos había costado y por la
ausencia de los caídos que no podían compartir ese momento con los
sobrevivientes de los combates.

Me imagino que cada participante de Girón, de los dos bandos en pugna,
tiene sus recuerdos personales de esta batalla. Estos son los míos.
Fueron momentos inolvidables de intenso dramatismo, de heroísmo, de
compañerismo y de peligros y sacrificios compartidos que permanecerán
grabados en mi memoria hasta el último día de mi vida.

En momentos posteriores he llegado a pensar que hubiese sido preferible
morir como un mártir más en Girón y no sobrevivir a la victoria. He
llegado incluso a envidiarles a los mártires de mi bando en esa epopeya
el hecho que murieron sin albergar duda alguna sobre la justicia de su
causa, la honestidad de sus dirigentes y el futuro de la patria.

Debido a este estado de ánimo, en ocasiones he sufrido de una pesadilla
recurrente en la que me encuentro rodeado por mis compañeros de lucha ya
caídos, quienes me piden que les cuente lo que acontece en esa patria
por cuya felicidad entregaron sus vidas.

Llegado a este punto no encuentro palabras para contestarles y siempre
me despierto sobresaltado y con sudores fríos, pues no me siento capaz
de mentirles ni tampoco de desengañarlos y decirles que perdieron sus
vidas en vano, que sus sacrificios no sirvieron para proporcionarle la
ansiada felicidad a su pueblo, que Cuba enfrenta los mismos problemas
políticos, económicos y sociales que en 1958.

Me despertaba porque me sentía incapaz de encontrar las palabras
adecuadas para explicarle a esos mártires de Girón que ese dirigente
respetado y querido cuyo nombre escribió con su sangre sobre una puerta
un miliciano moribundo no había sido más que un demagogo talentoso que
aprovechó la agresión de Girón para convencer al pueblo cubano que le
entregara el poder absoluto con el pretexto de poder defenderlo contra
sus enemigos externos e internos.

Cómo podría confesarle a esos héroes de la patria que ese falso profeta,
ese dirigente carismático se burló de ellos y de nosotros. Cómo podría
decirle a esos compañeros de lucha que el verdadero objetivo de Fidel
Castro nunca fue lograr la felicidad del pueblo sino adueñarse del poder
absoluto sobre sus compatriotas, disfrutar del mismo y mantenerlo a
cualquier precio hasta el final de su vida.

Cómo hacerles comprender a los caídos que era falso el pretexto que
utilizó Fidel Castro para justificar la concentración de todos los
poderes en sus propias manos y que dicha concentración —según él— era
necesaria para evitar un retorno al supuesto infierno existente en Cuba
antes de que triunfara el proceso revolucionario y permitirle al pueblo
cubano, bajo la dirección de Fidel Castro, construir un paraíso terrenal
en la Isla y asegurar su felicidad y prosperidad.

Me despertaba sobresaltado, porque comprendía en mi subconsciente que
era mejor dejar a los muertos gloriosos descansar tranquilos eternamente
en la paz de sus sepulcros.

Pero esta solución de las pesadillas, de despertarse y evadir así las
situaciones incomodas no existe en el mundo real. Los pueblos pueden
aparentar estar dormidos bajo el efecto de la propaganda y de la
represión, pero llega un momento que se despiertan y, lejos de evadirla,
se ven forzados a enfrentarse con la realidad.

Y ¿cuál es la realidad que confronta el pueblo cubano a cincuenta años
de la batalla de Girón? No es necesario decirlo. Los cubanos,
gobernantes y gobernados les basta solo mirar a su alrededor, contemplar
sus ciudades y pueblos, mirar en silencio las ruinas de los campos
desolados, palpar la degradación moral de la sociedad y observar
profundamente las miradas de sus hijos que tantos pensamientos ocultan.

He escuchado a Raúl Castro decir que se está al borde del precipicio.
Otros aseguran que el tiempo se acaba para una dirigencia compuesta en
su mayoría por hombres de la tercera edad. Yo personalmente creo que
todavía se está a tiempo de corregir el rumbo y salvar el país. No puede
ser que la experiencia del bautismo de fuego a bordo de un T-33 extienda
su efecto embriagador a medio siglo de distancia, porque si hubo una
batalla desigual, fue aquella, y pusimos la decisión final a nuestro favor.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/a-cincuenta-anos-de-playa-giron-260605

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