Sunday, May 22, 2011

El Muro de Berlín de los Castro permanece intacto

El Muro de Berlín de los Castro permanece intacto
Escrito por Yoani Sánchez
Viernes 20 de Mayo de 2011 18:22

Miles de cubanos hemos sido condenados a la inmovilidad insular, aunque
ningún tribunal haya fallado tal veredicto. El "delito" que hemos
cometido consiste en opinar críticamente sobre el Gobierno

El sol pica fuerte allá afuera y en la oficina de Inmigración y
Extranjería la gente suda a raudales por culpa del calor. Pero nadie se
queja. Una palabra crítica, una actitud de exigencia frente a los
funcionarios que allí trabajan y puede terminar en castigo. Así que
todos hacen silencio y miran hacia la pared sin atreverse siquiera a
conversar entre ellos.

En esta tarde de mayo, un centenar de personas aguarda por un permiso
para viajar fuera de esta isla. Conocido también como la "tarjeta
blanca", este permiso forma parte del absurdo migratorio que impide a
los cubanos salir y entrar libremente de su propio país.

Es nuestro Muro de Berlín, pero sin concreto, nuestra frontera minada,
pero sin explosivos. Una tapia conformada por cuños, papeles y vigilada
por la mirada torva de unos militares interponiéndose entre nuestros
cuerpos y el resto del mundo.

Para reforzar tal desatino está también el alto precio a pagar por el
caprichoso permiso de salida, que oscila alrededor de los u$s 170. Esa
cifra equivale a todo un año de salario de un profesional medio.

Sin embargo, para obtener tal salvoconducto no basta con poseer esa
cantidad de dinero o mostrar un pasaporte válido, hay que cumplir
también otros requisitos no escritos en ninguna legalidad, contar con
condiciones ideológicas y políticas que nos hagan elegibles o no para
abordar un avión.

Ante tantas dificultades, recibir el "sí" después de tan larga y
angustiosa secuencia de trámites es como escuchar descorrerse los
cerrojos en una celda tapiada por años. Pero para muchos -como yo-, la
respuesta siempre viene en forma de negativa. En mi caso ostento el
triste récord de haber recibido desde 2008 hasta la fecha un total de
quince denegaciones.

Miles de cubanos hemos sido condenados a la inmovilidad insular, aunque
ningún tribunal haya fallado tal veredicto. El "delito" que hemos
cometido consiste en opinar críticamente sobre el Gobierno, en formar
parte de un grupo opositor o pertenecer a una plataforma defensora de
los derechos humanos.

Pero no sólo los inconformes o los críticos tienen estas restricciones
de movilidad. Quienes se graduaron alguna vez en medicina saben muy bien
que aquí su título no sólo les sirve para salvar vidas, sino que
funciona como un impedimento para conocer otras latitudes.

La lista negra de los que no pueden cruzar al otro lado del mar es
larga, si bien jamás ha sido publicada en ningún lugar, y quienes la
conforman saben que salirse de ella es sumamente difícil. Buena parte de
las máscaras de conformismo que los cubanos se cuelgan frente al ojo
escrutador del Estado tiene como objetivo alcanzar el preciado sueño de
traspasar las fronteras nacionales. El permiso de salida se convierte
así en un método de control ideológico que obliga al aplauso y a la
simulación.

Hace unos días, la prensa extranjera anunció con gran fanfarria que ya
los cubanos podían salir libremente. Justo en el momento en que comenzó
a propagarse la noticia de la apertura migratoria, estaba yo en una de
esas vetustas oficinas donde se concede o se niega el permiso para
viajar. Cuando le pregunté a la funcionaria vestida de militar si era
verdad que todas las restricciones habían terminado, me respondió con
sorna: "Vaya al aeropuerto, a ver si se puede ir sin la tarjeta blanca...".

Desanimada

Al leer después con calma el punto 265 de los lineamientos aprobados en
el VI Congreso del Partido Comunista, que hace referencia a ese tema, me
quedé muy desanimada. En él se exponía que el Gobierno va a "estudiar
una política que facilite a los cubanos residentes en el país viajar
como turistas", pero no da un plazo para lograrlo ni detalles sobre cómo
va a implementarse legalmente.

Minutos después de caer en cuenta de que las agencias informativas
habían exagerado la noticia de la liberalización de viajes, sonó mi
teléfono móvil. Una voz entrecortada me contó detalles de lo últimos
momentos de Juan Wilfredo Soto, disidente muerto por sufrir un episodio
de maltrato policial.

Recuerdo que respondí en monosílabos a la narración triste de aquel acto
de intolerancia. Me senté para no caerme, porque me zumbaban los oídos y
sentía enrojecida la piel de la cara. Miré sobre la mesa mi pasaporte
lleno de visas para entrar a una docena de países y sin una sola
autorización para salir de mi propia nación. Al lado de su portada
azulada, alguien había puesto los reportes impresos del fallecimiento de
Wilfredo en Santa Clara. Observé indistintamente su rostro en la
fotografía, el escudo nacional en la primera página de mi documento de
identificación y sólo pude concluir que "nada ha cambiado". Seguimos
atenazados por los mismos límites, por los altos muros del sectarismo
ideológico y por el grillete ajustado de las restricciones migratorias.

http://pdc-cuba.org/foro-internacional/cuba-al-dia/6068-el-muro-de-berlin-de-los-castro-permanece-intacto.html

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