CRONICA DE DOMINGO
Agravios y hermandades
Raúl Rivero
Madrid – Una obscena combinación de indiferencia, desprecio y
oportunismo es la marca especial de la apreciación que se hace de la
realidad cubana en casi todas las naciones del continente americano. Esa
manera de acercarse a la isla está determinada por la tendencia a seguir
los globos de la propaganda gubernamental. Y a no tomar en cuenta los
avatares de la oposición pacífica, las aspiraciones y los sueños de los
grandes sectores de la sociedad.
Los grupos de activistas que se enfrentan al gobierno de la isla no
tienen una resonancia importante en los medios de comunicación, ni en
los gabinetes de las autoridades de unos países a los que la geografía,
la cultura y los orígenes han convertido para siempre en esa engañifa
jovial que los historiadores y los promotores del buenismo llaman
"hermanos de América Latina".
Ni siquiera hombres y mujeres que padecieron durante años los rigores de
dictaduras militares tienen en la actualidad un gesto de reconocimiento
o apoyo a los cubanos que viven desde hace 52 años bajo el grave puño
omnipotente del Estado. Con muy pocas excepciones (Chile, por ejemplo)
no hubo ni una puerta abierta para los presos deportado hace unos meses
a España gracias al sacrificio de Orlando Zapata Tamayo y a la batalla
campal de las Damas de Blanco.
Hugo Chávez y sus sirvientes, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel
Ortega, utilizan en sus aparatos panfletarios y en los foros
internacionales, el mismo lenguaje de intolerancia y odio que el régimen
destina a quienes se le encaran con civismo y mediante métodos pacíficos
todos los días del mundo.
Otros dirigentes de la región, electos en procesos electorales
democráticos, para conseguir espacios en eventuales resucitaciones de
las ruinas o, sobre todo, para hacer felices y tranquilizar a sus
izquierdas y a los extremistas, se permiten abrazarse en público y
suscribir convenios con los representantes de un sistema que ellos
también temen y repudian.
Asumir esa verdad, esas fórmulas de respaldo tajante o disimulado al
gobierno cubano, molesta, indigna, pero no hiere ni desanima a los
activistas de los derechos cubanos y a la disidencia interna. Se cuenta,
desde años, con esa puerta cerrada.
Es cierto que, cuando la glorificación de la dictadura se hace pública y
por un señor que se presenta con un carnet rosado de demócrata y de gran
líder latinoamericano como Lula da Silva, la indignación y la molestia
pueden llegar a la repugnancia.
El hombre acaba de decir en Managua, entre aplausos, durante una reunión
del Foro de Sao Paulo, que el Partido Comunista de Cuba ha sido crucial
para forjar la unidad de la izquierda de América Latina. Como si es
mismo partido no fuera el que tiene a once millones de sus "hermanos"
fuera de la historia y del tiempo.
http://www.elnuevoherald.com/2011/05/22/945006/raul-rivero-agravios-y-hermandades.html
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