Tuesday, November 22, 2011

Qué esperamos los cubanos de la visita del Papa?

Opinión

¿Qué esperamos los cubanos de la visita del Papa?
Miriam Celaya
La Habana 22-11-2011 - 7:40 am.

La recién anunciada visita del papa Benedicto XVI a Cuba en la primavera
de 2012 parece haberse convertido para algunos en un nuevo plazo de
esperanza.

El cardenal Jaime Ortega en La Habana, durante la procesión de la Virgen
de la Caridad. (GETTY IMAGES, noviembre de 2011)

La recién anunciada visita del papa Benedicto XVI a Cuba en la primavera
de 2012 parece haberse convertido para algunos en un nuevo plazo de
esperanza. Después de décadas de desgaste, y ya cuando la apatía
sustituyó por amplio margen al entusiasmo revolucionario, nada parece
más propicio que esperar de un embajador de lo divino los milagros que
no cumplieron los mesías de verdeolivo.

Por esta vez, las opiniones tanto de representantes de las autoridades
gubernamentales de la Isla como de opositores y disidentes coinciden en
la unánime congratulación por la visita del Sumo Pontífice. En palabras
de Ricardo Alarcón, representante de la voz oficial, la noticia "nos
causa francamente una gran felicidad, una gran alegría". Alarcón
manifestó que esperaba recibir a Benedicto "para brindarle la
hospitalidad y el cariño que los cubanos sienten por él" (¿?). Poco más
o menos la fórmula habitual que ha servido oficialmente lo mismo para
comentar la visita del presidente de Sao Tomé y Príncipe, de Timor Leste
o del Rey Juan Carlos, como para agradar a la representación de alguna
comunidad de productores de arroz de Vietnam o a la compañía de baile
flamenco Antonio Gades. Así de monocordes son las autoridades.

Su Eminencia, el cardenal Jaime Ortega, considera la próxima estancia de
Benedicto XVI como "un gran bien para la Iglesia" y también "para Cuba
en general". A juzgar por sus palabras, considera el suceso como una
especie de catalizador que acelerará "estos cambios que queremos que
vayan adelante en Cuba", lo cual, según reporta EFE, alude a las
reformas de "expansión del sector privado y el recorte de más de un
millón de empleos estatales".

Por su parte, diferentes voces de la oposición y de la sociedad civil
independiente han manifestado su satisfacción por la visita del Papa con
discreto entusiasmo.

Sí. Al parecer el anuncio de esta nueva visita papal supone para muchos
cubanos un nuevo plazo, pero, realmente, ¿plazo para qué? ¿Qué esperamos
los cubanos del Papa? ¿Qué milagro podría producirse por la visita de la
más encumbrada autoridad católica en un país que no se ha caracterizado
nunca por su devoción religiosa? ¿Acaso podrá Benedicto XVI superar las
inflamadas expectativas que despertara en su momento la visita de su
antecesor, Juan Pablo II? ¿Qué beneficio sensible experimentó la vida de
millones de cubanos de la Isla después de enero de 1998?

No se debe restar importancia al suceso. Todas las puertas deben
permanecer abiertas para todos y —para citar la Biblia— "Dios está entre
quienes te ayudan". Pero el milagro de Cuba deberá producirse por la
voluntad de los cubanos, y eso no lo puede determinar la visita de uno
ni de cien papas. Si el Papa ayuda, mejor. De hecho, tengo mis pequeñas
expectativas personales ante el movimiento humano que habrá de
desplegarse con esta visita y las medidas extraordinarias que tomarán
las autoridades para la ocasión, fundamentalmente en estos tiempos en
que están haciendo gala de un creciente nerviosismo. También es
plausible que la presencia de Benedicto XVI en Cuba después de la
celebración de una Conferencia Nacional del PCC (que se dice será en
enero de 2012), cuyo proyecto preliminar no ha despertado ninguna
perspectiva alentadora, podría acentuar —aunque solo sea por contraste—
los ribetes de decrepitud del sistema. De cierta forma e
involuntariamente ya el Papa está disputando el escenario al partido
único, y ya solo eso es algo bueno.

Sin embargo, hay que reconocer que las expectativas parecen moderadas.
Son el resultado de muchas anteriores esperanzas, amores
bienintencionados y plazos fallidos.

Por otra parte, algo tan ajeno y absurdo como un Alarcón feliz, o el
despliegue de timbiriches y quioscos que su Eminencia criolla y la
prensa extranjera perciben como "expansión del sector privado", no
parecen ser elementos suficientes para despertar el entusiasmo general.
La gente no parece muy impresionada por la inminente presencia de Su
Santidad en la primavera de 2012.

Quizás monseñor Ortega y el señor Alarcón tienen detalles del programa
de visita que los simples mortales desconocemos y por eso ellos se
muestran más vehementes que la gente de la calle. La prensa a veces
suele calificar como "opinión pública" el criterio de un puñado de
actores sociales de mayor o menor relieve; pero desde que se dio a
conocer el tema, a la pregunta sobre qué opinan de la visita del Papa
los cubanos de mi barrio, casi todos han respondido con un displicente
encogimiento de hombros. Sin embargo, el Papa moverá multitudes, tal
como lo hizo en su momento Juanes con su Concierto por la Paz. Este
pueblo espera algo, aunque no esté muy claro qué, venga de la música o
de Dios.

No comparto ni remotamente las expectativas del opositor Oswaldo Payá,
quien considera que la determinación de la oración y la lucha pacífica
podrían lograr para la primavera que "su Santidad se encuentre un pueblo
libre al que se le respeten sus derechos y que pueda elegir su gobierno
democráticamente". Aunque en lo personal comparto esos deseos del señor
Payá y me encantaría que tal cosa fuese posible, hasta el momento, y
toda vez que en la realidad cubana actual nada apunta a ello, dicho
comentario no supera el rótulo de azaroso.

Quizás resulte mucho más realista la posición de Elizardo Sánchez, líder
de la Comisión Cubana de Derechos Humanos, cuando considera positivo
darle la bienvenida al Papa "porque el pueblo de Cuba se encuentra como
al final de un camino y en una verdadera encrucijada, y necesita del
mayor acompañamiento posible y ninguno mejor que el de la Iglesia
Católica y otras iglesias". En efecto, Cuba hoy parece asfixiada al
final de un camino cerrado y la Iglesia Católica es una institución lo
suficientemente fuerte, organizada y con un alto grado de
representatividad social como para convocar a los cubanos; no ya
puramente a la fe religiosa, sino al sentimiento de pertenencia y al
interés en emprender la marcha de los cambios verdaderos.

Para lograr esto también las autoridades católicas tendrán que demostrar
una voluntad política que no ha acabado de aflorar en toda su
potencialidad. Al menos, no visiblemente. Y, a fin de cuentas, si la
visita de Juan Pablo II en 1998 marcó el inicio de la reconciliación
entre la Iglesia cubana y el poder totalitario ateo, sería de desear que
esta segunda visita pontificia marcara el inicio de un nuevo tipo de
vínculo entre la Iglesia y la buena fe que sobrevive en el pueblo
cubano, sea católico o no.

http://www.ddcuba.com/opinion/8234-que-esperamos-los-cubanos-de-la-visita-del-papa

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