Los culpables
Ariel Hidalgo
En Cuba, muchos críticos de la burocracia, aún integrados al sistema,
pero proponentes de reformas al modelo cubano, se asemejan a algunos de
los enciclopedistas previos a la Revolución Francesa, quienes condenaban
a la nobleza y al sistema de servidumbre, y proponían cambios
importantes, pero terminaban su discurso con vivas al rey. A pesar de
todo, aunque aquellos filósofos nunca abogaron por una transformación
radical de todo el sistema, allanaron ese camino. Y es preciso ponerse
en los zapatos de quienes mantienen esta actitud. Se puede denunciar los
males siempre que se mantenga cierto sentido del límite, llegar hasta
ese límite y hasta traspasarlo con cautela para que vaya corriéndose la
línea limítrofe de lo permisible, pero no ir mucho más allá a riesgo de
la incineración. Cierto que no dicen todas las verdades, pero dicen
aquellas otras que muchos callan o encubren con falsedades.
Antes el principal culpable de la profunda miseria que aqueja al pueblo
cubano no era la burocracia sino "el bloqueo imperialista", argumento
digerido tanto por muchos gobiernos del mundo que anualmente en la ONU
dan su voto a Cuba contra Estados Unidos, como por la izquierda
internacional, e incluso por gran parte del pueblo cubano bombardeado a
cada momento y por todas partes con el discurso oficial, una de las
razones por las cuales muchos hemos apoyado el levantamiento de esas
sanciones, para que se derrumbe de una vez por todas el muro de la
mentira. Pero hoy se ha puesto de moda achacar la responsabilidad del
desbarajuste general en todos los niveles y sectores de la sociedad, a
la burocracia. Hasta la cúpula dirigente la señala como fuente de todos
los males.
Cierto que esa burocracia es la que controla industrias, tierras,
bancos, medios de comunicación y de transporte y en general todo lo poco
que va quedando de las riquezas del país, un panorama que recuerda las
proféticas advertencias de Martí hace más de 120 años sobre las
consecuencias de un Estado centralizado. "Todo el poder que iría
adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de
mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el
pueblo, que no tiene las mismas razones de complicidad en esperanzas y
provechos, para hacer frente a los funcionarios enlazados por intereses
comunes".
¿Pero qué provocó el surgimiento de esa burocracia corrupta? Fue la
consecuencia inevitable de la absorción por el Estado de todos los
capitales del país expropiados a capitalistas y terratenientes en lugar
de delegarlos a los trabajadores como demagógicamente habían anunciado,
por lo cual ese Estado se sobredimensionó al requerir un nutrido
ejército de funcionarios administrativos que, por su magnitud, no podía
controlar con la misma eficacia con que lo hacía la burguesía. Era
imposible erradicar la corrupción mediante sucesivas purgas. Se purgaban
veinte y surgían cuarenta; se defenestraban cuarenta y surgían ochenta,
porque la corrupción era un mal consustancial del sistema, pero muchos
de los caídos en desgracia eran reciclados. "Se caen para arriba",
comentaba con ironía el pueblo. Como si viviera en el presente, Martí lo
explicaba así: "Como todas las necesidades públicas vendrían a ser
satisfechas por el Estado, adquirirían los funcionarios entonces la
influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún
derecho o beneficio". Y concluía que el hombre pasaría "de ser esclavo
de los capitalistas… a ser esclavo de los funcionarios". Las riquezas
habían pasado de unas manos a otras, pero no a las del pueblo, no a las
de los trabajadores.
¿Qué hicieron los altos dirigentes después de más de cincuenta años de
fracaso? Pues insistir en el error, seguir aplicando lo que ya muchas
veces se había demostrado que no funcionaba. Puede acusarse a los
burócratas de corruptos, pero ellos sólo jugaron con las reglas del
juego establecidas. Los culpables son aquellos que establecieron esas
reglas y las mantuvieron.
Aunque ya muchos intelectuales, incluso dentro del PC, señalaban a la
burocracia como principal foco de corrupción, y hasta la dirigencia
histórica lo reconocía, lejos de suplantarla por administraciones
electas por los colectivos de base como proponían esos militantes
inconformes, lo que hicieron fue premiarla con la autonomía empresarial
para que continuaran corrompiéndose, pero esta vez a sus anchas. Lo que
importa no son las palabras, sino los hechos. Y los hechos han hablado
muy claramente: "Sigan robando que nosotros los protegeremos".
Infoburo@AOL.com
http://www.elnuevoherald.com/2011/11/18/1067481/ariel-hidalgo-los-culpables.html
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