El mensaje de las Damas de Blanco
La muerte de Laura Pollán ocurre, además, en un momento en que las Damas
de Blanco redefinían su lugar en el escenario político cubano
Haroldo Dilla Alfonso, Santo Domingo | 24/10/2011
Las Damas de Blanco han andado siempre acompañadas de la tragedia.
Aun cuando han obtenido victorias —que han sido muchas e inéditas— lo
han hecho en medio de la más burda represión, de la agresión física, de
la difamación de los esbirros de la pluma, y lo que es más trágico, del
silencio —cómplice o temeroso— de quienes no lo son. Han sido trágicas
porque con su andar por las calles de La Habana, hubiera dicho Kant, han
excitado el sentimiento de lo sublime, como nadie lo hacía en muchas
décadas. Y ahora, un ahora particularmente trágico, han perdido a Laura
Pollán, una líder indiscutible y necesaria, tanto como lo son los
líderes en los primeros momentos en que organizaciones y movimientos se
asoman al ruedo político.
Y la muerte de Pollán ocurre, además, en un momento en que las Damas de
Blanco redefinían su lugar en el escenario político cubano. El dilema es
conocido: liberados los presos políticos, incluyendo todos los
familiares de las Damas de Blanco, deja de existir la razón original del
movimiento, e incluso finiquita el acuerdo de tolerancia a que llegaron
la jerarquía católica y el Gobierno de Raúl Castro.
Ello plantea el problema de la redefinición de objetivos, que por el
momento siguen centrados en la liberación de presos políticos. Que ya
son pocos y que en la mayor parte de los casos tienen en contra
expedientes más controversiales que los excarcelados a principios de
este año. O fijando la atención en las detenciones de activistas, pero
estas son por breves períodos, e intermitentes. Una práctica aborrecible
pero que difícilmente moviliza voluntades en el largo plazo.
Ante esto, han surgido muchas posiciones acerca de qué deben hacer estas
valientes mujeres. En los extremos, desde los tabernáculos del Gobierno,
se exige la desmovilización argumentando que ya éste cumplió su parte,
como si la vergüenza pudiera ser saldada contractualmente. En el otro
extremo se ubican quienes piden una mayor politización del movimiento,
abarcando otros temas y acercándolas por esta vía a los grupos
disidentes tradicionales.
Obviamente yo no me atrevo a sugerir —desde mi cómoda vida en el exilio—
qué deben hacer las Damas de Blanco. Sería una pedantería política y un
desliz moral. Solo me atrevo a decir, como un modesto analista, por qué
han hecho las cosas tan bien, y cómo podrían seguir haciéndolo usando
los mismos temas y recursos que hasta el momento han usado. Y, por
supuesto, sin más pretensiones que ser parte de un debate que ya tiene
lugar sobre el rol y los derroteros de la oposición organizada en Cuba.
Yo creo que hay tres rasgos que han marcado la fortaleza y la
originalidad de las Damas de Blanco.
- El primero de estos rasgos ha sido la modestia de sus integrantes.
Nunca buscaron cámaras, ni adoptaron poses comerciales cuando las
cámaras llegaron por sí mismas. Jamás se consideraron piezas morales
inmaculadas de la política. No hubo en ellas misticismo, ni aceptaron
comparaciones con próceres. Las imágenes que tenemos de ellas son las de
una fila de mujeres que marchan con flores por un camino que ellas
conocen; o las de esas mismas mujeres atropelladas por turbas de
esbirros, con los rostros contraídos por la rabia y el dolor. Excepto
dos o tres integrantes designadas para ello, casi ninguna hablaba. Solo
cantaban a la libertad cuando marchaban. Y aunque lo hacían casi
susurrando, el mundo entero las oyó.
- El segundo rasgo imbatible fue la concreción de sus demandas: la
libertad de sus familiares y de otros presos por razones políticas. Al
lado de una oposición acostumbrada a grandes proclamas, llamados de
unidad y programas de cambio total, esta parquedad debió parecer un
signo de pocas ambiciones. Pero fue en verdad un ejemplo de cómo hacer
buena política —la que se hace para ganar y no solo para testimoniar—
frente a un Estado totalitario como el cubano. Y de hecho fueron el
único grupo que obligó al Estado cubano a ceder, aun cuando el Gobierno
lo haya hecho mediante una maniobra deplorable, con el auxilio —no
evalúo ahora las intenciones— del Gobierno español y de la jerarquía
católica.
- Y finalmente, las Damas de Blanco basaron su fuerza en sus propias
fragilidades. Reprimir mujeres, muchas de ellas llegando a la tercera
edad, que luchan por sus familias, implicaba un costo ético demasiado
alto para los agentes represivos y los voceros del Gobierno. Y aunque en
el Gobierno cubano nunca han faltado sicarios dispuestos a todo, hasta
en los peores momentos la impudicia tiene un límite.
Francamente creo que imaginar a las Damas de Blanco leyendo proclamas
sobre elecciones y multipartidismo, es desvirtuarlas y condenarlas al
vacío político. Pedírselo es insensato y desconsiderado. Prefiero
imaginarlas recuperando sus puntos fuertes en un camino tan sensible y
humano como el de las poblaciones penales, campo en el que Cuba se ubica
en un triste alto sitial a nivel mundial.
La población penal cubana es muy alta. En 2004 una agencia independiente
calculaba unos 297 presos por 100 mil habitantes, lo que la sitúa en un
club de tres dígitos que encabezan Estados Unidos y Rusia. Y hubiera
totalizado algo así como 35 mil presos. Otra fuente, el británico
International Centre for Prisons Studies declaraba que en 2006 había 487
presos por 100 mil habitantes, para algo así como 55 mil reclusos. Otras
fuentes, de menos crédito, hablan de 100 mil prisioneros, es decir casi
un 1 % de la población.
Debido a que la Isla no permite inspecciones libres y objetivas, y a que
no hay prensa que indague, solo podemos acercarnos a la situación
carcelaria por los relatos de los afectados. Pero aun si redujéramos la
carga crítica de estos relatos —asumiendo que siempre llevan consigo el
resentimiento obvio del castigado— todavía nos queda un cuadro espantoso
de mala alimentación, hacinamientos, deficiente atención médica,
castigos físicos, corrupción y abusos de todo género. Muchas veces
ejercido contra personas, recordémoslo, que no tuvieron a su favor
procesos penales limpios y justos.
Si las Damas de Blanco en esta nueva coyuntura fuesen capaces de
canalizar las demandas a favor de la despenalización, de una justicia
transparente accesible a todos y de un sistema carcelario más humano
—todo lo cual es imprescindible para bajar del infame club de los tres
dígitos— creo que no solo harían un aporte superior a la sociedad
cubana, sino que volverían a obligar al Gobierno cubano a reconsiderar
sus aprestos represivos. Y a sus antiguos y muy cuidadosos aliados, a
acortar las distancias.
Pero sobre todo pensemos en lo que significaría enrolar, al menos a una
parte de las decenas de miles de familias que tienen integrantes presos
en esta cruzada por una Cuba mejor. Lo que significaría, tanto por su
impacto político al interior de Cuba, como por su impacto en la
socialización de nuevos valores solidarios en función de la dignidad de
los cubanos y las cubanas.
De cualquier manera, y no importa cuál sea el derrotero futuro de las
Damas de Blanco, siempre habrá un espacio para ellas en la vida. Y en
particular para la indefectible Laura Pollán. A todos y todas, nos
mostraron un horizonte superior, criterio, decía Martí, de la verdadera
grandeza.
Aprovecho la oportunidad de este artículo para testimoniar mi respeto y
admiración hacia ellas.
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/el-mensaje-de-las-damas-de-blanco-269710
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