Monday, December 12, 2011

La agenda marrón del Partido Comunista de Cuba

PCC

La agenda marrón del Partido Comunista de Cuba

Desde hace mucho tiempo, el Partido dejó de ser la fuerza dirigente del
Estado y la sociedad, como afirma la Constitución cubana

Haroldo Dilla Alfonso, Santo Domingo | 12/12/2011

Durante mis largos 11 años como militante del Partido Comunista,
escudriñé con toda seriedad los documentos partidistas previos a los
congresos. Lo hice en relación con el IV congreso de 1990 (mi estreno)
entusiasmado por sus propuestas que apuntaban a un mayor debate y
mayores espacios democráticos. Y lo hice con absoluta frustración con
relación al V de 1997, el congreso del retroceso y la frustración
definitiva.

Ahora lo he vuelto a hacer con el documento que servirá de base para la
celebración de la Conferencia que debe satisfacer un requisito pospuesto
del VI Congreso: ver qué se hace con el Partido.

El documento es parco, gris y contradictorio. Por ejemplo, reclama
creatividad, justo en un país donde la creatividad es severamente
castigada cuando transgrede las estrechas normas de lo políticamente
aceptable. O, algo más simpático, ataca los dogmas al mismo tiempo que
llama a actualizar ese bodrio dogmático llamado marxismo-leninismo. Da
la impresión de que se trata de un documento esquizofrénico, distanciado
de la realidad que pretende interpretar. Una muestra contundente del
cretinismo político de una organización devaluada.

Quizás la mayor virtud del documento sea no intencionada: nos informa
sobre la situación del pacto intraélite acordado en 2009 para
descalabrar a los chicos malos que Fidel Castro promovió en los 90 como
los mejores intérpretes de su pensamiento y que terminaron envenenados
"por las mieles de poder". Un romance sin futuro entre la burocracia
partidista y la tecnocracia militar, que al parecer hizo sus primeras
aguas en el pasado congreso partidista cuando el general/presidente
dedicó su discurso final a fustigar a los burócratas del Partido. A
pesar de haber jurado que no se iban a tratar los temas de esa naturaleza.

Y en esta misma línea, también pudiera revelar de qué manera Raúl Castro
está sacándose de arriba el lastre de esta burocracia mezquina,
parasitaria y rentista. Incapaz de imaginar un futuro capitalista, como
lo hacen los militares. No porque sean socialistas, sino porque son
precapitalistas y porque de cualquier manera, de tanto medrar en el
aparato, han perdido la capacidad para imaginar algo. Y por ello les ha
dejado este ejercicio absurdo pero inocuo.

Y lo es porque hace ya mucho tiempo que el Partido dejó de ser la fuerza
dirigente del Estado y la sociedad, como afirma la Constitución. Quizás
se acercó a ello entre 1975 y 1985 —cuando los subsidios soviéticos
imponían un orden y una institucionalidad— pero se ha ido debilitando
como organización desde que empezó la rectificación, como en algún lugar
ha advertido el profesor Eusebio Mujal. En la actualidad esa institución
rectora es las Fuerzas Armadas, que ha copado los principales órganos de
dirección, y en particular el Buró Político. Que ese Buró Político se
remita al Partido solo indica una intención. Pertenece en realidad a los
militares y a sus tecnócratas orgánicos.

Ello no significa que el partido no sea importante.

Allí está encuadrado algo así como millón y medio de personas, donde se
incluyen, junto a oportunistas de toda laya, personas honestas que creen
en un futuro mejor diferente a la oferta capitalista. Pero, sobre todo,
incluye a una tropa de leales —por conveniencia o por convicción— que
resulta vital como soporte del sistema. El Partido es, por tanto, una
estructura de militantes más o menos comprometidos con la causa,
dispuestos a exponer los argumentos gubernamentales, tratar de
convencer, y eventualmente reprimir a los que persistan en pensar
diferente. Es un formidable aparato de control sociopolítico del que la
actualizaciónraulista —siempre preocupada por los saltos no programados
de las liebres— no puede prescindir.

Y es, finalmente, un lugar de interacción de las facciones de la élite,
donde cada banda tiene algo que aportar. Los reformistas
"actualizadores" proveen los cuadros del cambio económico capitaneados
por el inefable Murillo. El espectro conservador provee los encargados
de poner orden en el festín de la acumulación originaria, eligiendo a
quienes pueden participar, a quienes no, y finalmente cómo es posible
participar sin alterar las reglas. Y de ahí, como de la manga, ha salido
Gladis Bejerano, la vicepresidenta a cargo de perseguir la corrupción
supernumeraria, con cara seria y lenguaje cortante.

Si esto implica una herejía institucional o no, es un asunto de tercera
categoría. Fidel Castro gobernó siempre violentando instituciones, y
cuando fue recluido andaba montando una estructura paralela a todo lo
existente bajo el enigmático título de La Batalla de Ideas. Y en la
lejana China, Deng Xiao Ping —el hombre a quien solo interesaba que los
gatos cazaran ratones— tuvo más poderes que un emperador bajo el
discreto título de presidente de la comisión militar del Partido.

En consecuencia, no espero nada dramático de esta conferencia
partidista. Es posible que la facción de Machado Ventura pierda algunas
posiciones. Pero en realidad lo que Raul Castro necesita en el partido
es un hombre gris como Machado. Y Machado requiere para hacer su labor
de una gavilla de oscuros funcionarios que han perdido el sentido de una
sonrisa, como aquella chica diabólica de la familia Adams, pero más
previsibles.

Hombres grises para un partido que se reclama rojo pero que deberá
ejecutar, como dicen los ambientalistas, una agenda marrón: reciclar la
suciedad de la actualización.

Y para todo eso, y por el momento, Machado Ventura pudiera ser idóneo.

http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/la-agenda-marron-del-partido-comunista-de-cuba-271488

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