Thursday, September 6, 2012

Cuándo se hizo comunista Fidel Castro?

60 años sin democracia

¿Cuándo se hizo comunista Fidel Castro?
Carlos Alberto Montaner
Miami 05-09-2012 - 9:29 pm.

¿En sus años años universitarios? ¿Durante su militancia ortodoxa?
¿Por un cursillo del PSP o la lectura de Marx y de Lenin? Se
entrecruzan diversos testimonios.

Vaya por delante lo siguiente: voy a referirme a un libro importante
de José Ignacio Rasco. Es importante por dos razones fundamentales:

Primero, Acuerdos, desacuerdos y recuerdos, recién publicado por
Ediciones Universal y el Instituto Jacques Maritain de Cuba, describe,
desde una perspectiva única, un momento fundamental de la atormentada
historia de la república cubana, el fatídico bienio 1959-1960.

Segundo, aclara algo que es tristemente interesante para los cubanos:
como testigo que ha sido de la historia contemporánea, y por su
cercanía al personaje, Rasco establece con cierta precisión y
autoridad cuándo Fidel Castro suscribió las ideas comunistas y se
vinculó al PSP. Ese dato es importante para entender la magnitud del
engaño padecido por el pueblo cubano.

Antes de seguir, es bueno aclarar que José Ignacio Rasco fue compañero
y amigo de Fidel Castro durante la adolescencia, época en que ambos
estudiaron y practicaron deportes en el Colegio Belén de los jesuitas,
y luego coincidieron en la Universidad de la Habana, donde estudiaron
Derecho simultáneamente.

Rasco, que era mejor estudiante y más disciplinado que Fidel, aunque
no tenía la prodigiosa memoria de su condiscípulo, agregó además
Filosofía y Letras a su currículo profesional.

En definitiva, Acuerdos, desacuerdos y recuerdos encapsula muy
eficazmente la vida del autor. Es breve, porque no se trata de una
muestra extensa de su obra como conferenciante, ensayista y
articulista, sino es la parca selección de algunos textos que dejan
constancia de la creación en Cuba del Movimiento Demócrata Cristiano,
y luego una larga y reveladora entrevista que le hizo la profesora e
investigadora Silvia Pedraza.

El libro, dedicado por Rasco a la inolvidable Estela Pascual, su mujer
de toda la vida, una persona inteligente, agradable y risueña como
pocas, lamentablemente fallecida, lleva unas exactas palabras
preliminares en las que Uva de Aragón retrata a vuelapluma la vida
cívica de José Ignacio, sin otro objeto que aportarle al lector un
marco de referencia para que entienda quién es el autor y qué
importancia tiene para los cubanos. La propia Uva, en gran medida,
puede considerarse una excelente discípula de José Ignacio.

La Democracia Cristiana

En 1959, el triunfo de la revolución cubana trajo aparejada la
demolición del sistema de partidos surgido tras la revolución del 33.
Si la caída de Machado significó el severo debilitamiento de liberales
y conservadores, la de Batista liquidó a ortodoxos, auténticos y, por
supuesto, a todo el entorno del pequeño y artificial Partido de Acción
Unitaria (PAU) creado por el dictador para agrupar a sus seguidores y
gobernar con cierta pátina de civilidad.

¿Qué se avizoraba entonces en el panorama político cubano? José
Ignacio Rasco pensó, con muy buenas razones, que era el momento de
sacar a Cuba de la dinámica partidista local e integrarla dentro de
las coordenadas ideológicas vigentes en las zonas más desarrolladas y
prósperas del planeta.

Suele olvidarse que la globalización política, iniciada con los
movimientos anarquistas y socialistas en el siglo XIX, en los que Marx
jugó un papel destacado, precedió con bastante antelación a la
económica.

Para Rasco, católico ferviente y resuelto partidario de la justicia
social, el aggiornamento de la política cubana estaba en la Democracia
Cristiana, una corriente ideológica que triunfaba en la Alemania de
Konrad Adenauer y en la Italia de Alcide De Gasperi, con el auxilio de
dos extraordinarios economistas liberales de la postguerra: el alemán
Ludwig Erhard y el italiano Luigi Einaudi.

Para Rasco, era evidente que la solución de los problemas económicos y
políticos de Cuba no podían hallarse en el comunismo tiránico
preconizado por la Unión Soviética, hecho de calabozos y paredones,
absolutamente ineficaz como generador de riquezas, ni tampoco en la
vieja cultura revolucionaria cubana surgida de la revolución del 33,
siempre pendiente de que la felicidad llegara de la mano de hombres de
acción iluminados por las buenas intenciones y no por el correcto
funcionamiento de las instituciones democráticas.

Había que modernizar la mentalidad política de los cubanos, y esto
significaba revivir los valores republicanos del respeto por la
división de los poderes públicos y, en definitiva, por el Estado de
Derecho, junto a una genuina preocupación por el destino de los más
necesitados, objetivos que, según Rasco, podían cumplirse dentro de la
Doctrina Social de la Iglesia.

La Democracia Cristiana, además, comenzaba a fructificar en América,
con líderes como Rafael Caldera en Venezuela y Eduardo Frei en Chile.
1959 parecía ser un momento ideal para el surgimiento de esta
tendencia en Cuba.

No obstante, había un obstáculo fundamental: Fidel Castro era en ese
momento el líder indiscutible de los cubanos y Rasco, que lo conocía
profundamente, tenía muy buenas razones para creer que su excompañero
de estudios había sido seducido por las ideas comunistas y se
preparaba para crear una dictadura colectivista de partido único,
patrullada sin misericordia por la policía política, como las que se
habían desarrollado y enquistado en Europa tras el fin de la Segunda
Guerra mundial.

Fidel Castro comunista

Cuando Silvia Pedraza le pregunta a Rasco cuál era la ideología de
Fidel en sus años universitarios, éste le responde, sin vacilación,
que en esa época Castro ya vivía deslumbrado con el comunismo,
convencido de que en el ensayo Qué hacer de Lenin estaba el camino más
corto hacia el poder. En esos años formativos, parece que Fidel había
tomado unos cursillos breves de marxismo en las oficinas que tenía el
PSP en la calle Prado.

A lo largo de los años he escuchado otros testimonios parecidos que
corroboran la información que brinda Rasco.

Bernardo Martínez Niebla, ya fallecido, exmiembro del Comité de
Dirección del PSP en La Habana en aquellos años, también amigo de
Fidel en esa época, luego exiliado en Miami, contaba exactamente lo
mismo. Fidel había tomado uno de esos cursillos de iniciación que
ofrecía el Partido. Algo que hoy llamaríamos, como la famosa serie de
libros: Marxismo para idiotas.

Mi primo José de Jesús Ginjauma Montaner, "Pepe Jesús", uno de los
jefes de la UIR cuando Fidel era miembro de esa organización (a quien
siempre le agradeceré que me escondiera cuando me escapé de la
cárcel), solía contarme las agrias discusiones que tenía con Fidel por
las simpatías de éste con el comunismo a fines de los años cuarenta.
Pepe Jesús era anarquista.

No obstante, quizás la historia más sorprendente y directa que he
escuchado era la que contaba el Dr. Rolando Amador, también abogado y
compañero de estudios de Fidel, pero su reverso intelectual: era
inmensamente serio y erudito.

Amador, por amistad y compañerismo, en 1950 accedió a encerrarse en un
hotel con Fidel para ayudarlo a repasar las asignaturas finales de la
carrera, dado que éste, más dedicado a la política que a los estudios,
se había descuidado y debía presentarlas por libre.

Estando en el hotel, presenció la llegada de una delegación del PSP,
presidida por Luis Mas Martín, un destacado miembro del PSP que años
más tarde se alzó en Sierra Maestra. Los camaradas venían a
notificarle a Fidel que había sido aceptado en el Partido.

Cuando se marchó la delegación, Amador le preguntó si era comunista y
Fidel le contó que se sentía marxista desde que leyó el Manifiesto
Comunista en los primeros años de universidad.

Años más tarde, en 1968, Fidel le diría a Saúl Landau, un cineasta
simpatizante del régimen, exactamente lo mismo, y le agregaría que
luego se hizo leninista.

Yndamiro Restano, por su parte, hijo de un cuadro importante del PSP
que llevaba su mismo nombre, y militante él mismo en su juventud,
aunque luego rompió con el Partido, aporta un dato ciertamente
relevante: no solo Fidel tenía una estrecha vinculación con el PSP, al
menos desde principios de los años cincuenta, antes del ataque al
Moncada, sino que el KGB no fue ajeno a la revolución cubana y se
mantuvo, en la sombra, auxiliando al joven criptocomunista.

De acuerdo con su relato, cuatro camaradas del PSP eran, al mismo
tiempo, oficiales del KGB formados en la URSS y al servicio de ésta:
Osvaldo Sánchez, el exoficial de la República española Francisco
Ciutat, casado con una rusa, Wilfredo Velázquez ("el compañero José")
y Joaquín Ordoqui. El quinto miembro de la conspiración era Aníbal
Escalante, pero éste no pertenecía al KGB.

En su momento, a principio de los años sesenta, Salvador Díaz Versón,
un periodista anticomunista, priísta, que debió exiliarse después del
golpe de Batista en 1952, aseguraba, y lo hizo ante una subcomisión
del Congreso de EE UU, que los lazos entre Fidel y Moscú eran,
incluso, previos, y databan de 1943, cuando la embajada rusa en Cuba
comenzó a fomentar la revolución.

Lo problemático de esa fecha es que Fidel entonces tenía 17 años,
estaba interno en el colegio Belén, y es difícil pensar que ya tenía
ese tipo de vínculos.

Otro elemento más persuasivo del relato de Díaz Versón, quien llevaba
un registro, según él, de 250.000 comunistas latinoamericanos, entre
los que estaban muchos cubanos (registro que fue intervenido y
destruido por la fuerza pública en enero de 1959), es el que describe
cómo el PSP, en vista de su escaso peso político nacional, en torno al
5 %, practicaba el entrismo en otras fuerzas políticas para dominarlas
desde dentro.

Así las cosas, Fidel habría entrado al Partido Ortodoxo de acuerdo con
el PSP, mientras Raúl, su hermano, habría quedado dentro de la
Juventud del PSP a cara descubierta.

En realidad, esa distribución de roles tenía sentido estratégico.
Alguien como Raúl, tan subordinado intelectual y emocionalmente a su
hermano mayor, difícilmente habría tomado un camino diferente al de
Fidel, a menos que estuvieran de acuerdo.

Dentro de este esquema, Fidel tendría puesto un pie en la ortodoxia y
otro en el comunismo por medio de su hermano.

Esto no quiere decir que Fidel fuera un comunista disciplinado que
seguía las instrucciones del Partido, sino alguien convencido del
valor de las ideas de Marx y, simultáneamente, de la utilidad que
tenía el PSP para sí mismo y para sus planes de convertirse en "El
Jefe".

En todo caso, la forma vertiginosa en que Fidel, Raúl, el Che, Antonio
Núñez Jiménez y otros pocos comunistas lograron transformar a Cuba en
una dictadura colectivista, indica que sí existía un plan
preconcebido.

Mientras Fidel, una y otra vez a lo largo de 1959, negaba que fuera
comunista, le entregaba el control de la represión, de los órganos de
inteligencia y del ejército a los camaradas cubanos del KGB, con
Osvaldo Sánchez a la cabeza.

El poder real estaba ahí, no en la gerencia del aparato de gobierno.
Resultado: en 18 meses la Isla estaba en el puño de Fidel por medio de
sus ocultos camaradas del PSP.

Pero estaba en su puño, no en el del Partido. Poco tiempo después,
cuando parte de la dirección del PSP retó su autoridad, barrió con los
principales cabecillas y decretó que una microfracción había intentado
traicionar a la revolución.

Ahí quedó claro quién servía a quién. Para Fidel, sin dejar de ser
comunista, el PSP, la URSS y el KGB eran los instrumentos para
conquistar su gloria personal, no para gobernar colegiadamente dentro
de la camisa de fuerza de un Partido.

En fin: este libro de Rasco vuelve a abrir un debate que tiene más de
medio siglo.

Hace muchos años, cuando yo era un adolescente y me enfrentaba a la
entronización de la dictadura comunista en Cuba, pensaba que Fidel
Castro había "caído" en la ideología comunista por la propia dinámica
de la lucha por implantar su poder personal frente a EE UU y a otros
grupos revolucionarios democráticos.

Probablemente yo estaba equivocado. No hubo improvisación. Hubo
engaño, premeditación y alevosía.

Al menos esta vez las teorías conspirativas eran ciertas. José Ignacio
Rasco fue uno de los primeros que lo reveló y ahora lo reitera. Hay
que tomarlo muy en serio. Sabe lo que dice. Siempre lo ha sabido.


Palabras leídas en la presentación de José Ignacio Rasco, Acuerdos,
desacuerdos y recuerdos (Universal & Instituto Jacques Maritain de
Cuba, Miami, 2012).

http://www.diariodecuba.com/cuba/12849-cuando-se-hizo-comunista-fidel-castro

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