Tuesday, July 23, 2013

Viaje a pueblos muertos (2 y Final)

Viaje a pueblos muertos (2 y Final)
Martes, Julio 23, 2013 | Por Alberto Méndez Castelló

PUERTO PADRE, Cuba, julio, www.cubanet.org -Las leyes de reforma
agraria, de mayo de 1959 y octubre de 1963, lejos de ser vehículos para
incrementar la población campesina, fue el instrumento jurídico empleado
por el régimen para impedir al obrero agrícola transformarse de
proletario en propietario, según cánones estalinistas. No bastándole con
mantener una masa de asalariados en condiciones semejantes a las del
empresariado que tanto criticó, el régimen concibió nada menos que la
extinción del campesino cubano.

Al respecto, diría el propio Fidel Castro: "Al organizar aquellas
cooperativas en las empresas cañeras, dábamos un paso adelante en
relación a lo que había significado la parcelación de aquellas tierras…
desde el punto de vista social había sido un retroceso, porque aquellos
obreros los habíamos transfigurados de obreros, de proletarios, en
campesinos".

Se refería a las tierras expropiadas al latifundio, las que, en lugar de
incrementar la propiedad campesina y con ella la población rural,
entregándosela a quienes la trabajaban, originaron el Estado
latifundista. Esas son hoy las miles de hectáreas de terrenos de
labranza declaradas ociosas, sin producir durante años, causantes del
desabastecimiento de productos agrícolas y de los precios prohibitivos.

Para extinguir al campesino, pretendieron colectivizarlo, diluyendo lo
que más aman, la tierra, en esa suerte de koljós estalinistas al que
llamaron Cooperativas de Producción Agropecuarias (CPA). El crimen de
lesa humanidad no se produjo por completo, gracias a la resistencia
ofrecida por algunos campesinos, y, finalmente, por el derrumbe de la
Unión Soviética, al verse privado el régimen del sostén económico que
necesitaba para esta aventura de magnitud genocida.

Desaparecido el batey, núcleo socioeconómico, de apoyo logístico y
espiritual en la vida rural, los campesinos apocados, los que no
confiaban en sí mismos, se integraron a las CPA.Y otros le "aportaron"
sus tierras, a cambio de una pensión vitalicia, o las vendieron para
comprarse una casa en la ciudad.

Ya para 1975, 66 mil campesinos se habían integrado a las CPA, 97 mil
mantenían sus propiedades asociados a las Cooperativas de Créditos y
Servicios (CCS), mientras recibían un acoso sistemático, en forma de
"persuasión", para integrarlos. Y sólo unos 9 mil campesinos mantenían
su estatus individual en las llamadas Asociaciones Campesinas, unas 250
en todo el país. Las CPA sumaban 1 398, según fuentes oficiales.

Pese a tan tremendo acoso sociopolítico para conseguir la
colectivización del campesinado cubano, no pocos se mantuvieron firmes
en sus terruños, y, cuando la mayoría de las CPA cayó en bancarrota,
serían ellos, los apestados, quienes llevarían el peso de numerosas
producciones agrícolas en el país.

Hoy, se exige a los habitantes del campo (20 % de la población,
aproximadamente) que, con apenas recursos y sin incentivos materiales y
espirituales, produzca no sólo para alimentar al 80% que viven en las
ciudades, sino también a la industria turística y a los usufructuarios
de una política basada en la diplomacia de vitrina.

El campesino cubano es víctima del desprecio oficial y de la
ridiculización caricaturesca de casi toda la sociedad. No en balde
nuestra debacle en la producción agrícola. Luego de provocar el abandono
del campo, el régimen pretende ahora hacerlo productivo entregando
tierras baldías en usufructo. Hasta hace muy poco, se prohibió a los
usufructuarios fabricar un bohío en las tierras cultivadas. Ya se les
autoriza, constituyendo el primer paso en el largo camino para repoblar
el campo cubano.

¿Renacerá la aldea en Cuba? Le llamemos batey, chucho, caserío… debe ser
el punto más cercano entre la familia campesina y la ciudad, donde el
comerciante y el herrero, entre no pocos del clan citadino, se
encuentran con el agricultor, entendido este como el encuentro más
amigable entre lo urbano y lo rural. Presencia rural encontramos hasta
en las ciudades proyectadas por el urbanismo más presumido, la sentimos
en los árboles, las flores y el césped; está en la literatura, el cine,
la danza, el teatro y la música. Luego, si en realidad queremos una Cuba
próspera, con una cultura rural reanimada, ¿cómo negar la presencia
urbana en el ambiente campesino?

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http://www.cubanet.org/articulos/viaje-a-pueblos-muertos/

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