Monday, July 15, 2013

El hombre de Raúl llega a Miami

Publicado el lunes, 07.15.13

El hombre de Raúl llega a Miami
ALEJANDRO ARMENGOL

Dos declaraciones, de dos funcionarios con jerarquías muy diferentes y
pronunciadas en los dos sitios más disímiles, dan cierta pista sobre los
actuales objetivos económicos y políticos del gobierno cubano, aunque
con La Habana la aritmética a veces falla, y uno más uno puede ser
cualquier cosa.

La primera de las declaraciones es del vicepresidente Marino Murillo. La
ofreció a un grupo de corresponsales de la prensa extranjera en Cuba, el
martes de la pasada semana.

"En la formación del Producto Interno Bruto la empresa estatal
socialista va a seguir siendo determinante... con un poco más de
eficiencia", dijo Murillo.

La segunda corresponde al cónsul general de la Oficina de Intereses de
Cuba en Washington, Llanio González, y fue dada en Miami.

"El país está en un proceso de grandes cambios, no solo desde el punto
de vista de actualización del modelo económico, sino también de lo que
se llama la institucionalización. Hay muchas leyes nuevas que se están
estudiando. Va a ver una nueva ley de inversión extranjera donde, por
supuesto, van a estar incluidos los cubanos", dijo González.

Muchos pensaron que Raúl Castro, una vez en el poder de forma
permanente, desarrollaría un modelo similar al chino. Sin embargo, una
mirada hacia atrás no permite muchas esperanzas en este sentido.

En los años 90, que fue el momento de mayor liberalización económica,
las Fuerzas Armadas Revolucionarias iniciaron una gran expansión de sus
actividades económicas, pero sin inclinarse a llevar a cabo un proceso
de reformas de mercado sino a buscar la financiación de sus propias
fuerzas, y de paso el enriquecimiento o al menos la mejora del nivel de
vida de los oficiales.

Años atrás podía argumentarse que Fidel Castro era el elemento de freno
a la ampliación de este proceso, pero en la actualidad los motivos que
frenan el desarrollo económico trascienden el simple marco de la gestión
y tiene un aspecto político fundamental.

Ahora caben menos dudas de que cuando Raúl habló de "reformas
estructurales" se refería más a factores organizativos que a una
ampliación sustancial del limitadísimo sector de la producción y los
servicios por medios privados.

El centro de la reforma raulista –o "actualización", como prefiere
llamarla el gobierno– es poner fin a la quimera igualitaria que siempre
fue más una consigna que un objetivo sincero desde que Fidel Castro
llegó al poder en 1959. Sólo que este fin del igualitarismo no se
fundamenta en un reparto amplio de posibilidades para desarrollar
iniciativas económicas, sino en un reparto de parcelas de beneficios.

Al clausurar la Primera Sesión Ordinaria de la VIII Legislatura de la
Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, el 7
de julio de 2013, el gobernante Raúl Castro volvió con la vieja
cantinela de la "vigencia de la ley de distribución socialista" y a
repetir un viejo dogma: "de cada cual según su capacidad, a cada cual
según su trabajo". Es de nuevo el empleo sistemático de esquemas,
opiniones y análisis pasados de moda, pero de ortodoxia comprobada: ¡Por
favor, olvídense de la Crítica al Programa de Gotha! Cuba no va a lograr
un verdadero desarrollo sino se despoja de prácticas económicas obsoletas.

En última instancia, hasta ahora la "actualización" que lleva a cabo el
gobierno cubano se asemeja más a la creación de un Estado mercantilista
que al establecimiento de un capitalismo de Estado. Y aquí es donde
entra a jugar la segunda declaración, la del cónsul Llanio González. La
Plaza de la Revolución está dispuesta a mostrarle una ventana a
determinados inversionistas cubanos, pero sin que ello signifique abrir
la puerta. El escenario ideal para este planteamiento es por supuesto
Miami. No solo porque es en esta ciudad donde realmente existe la
posibilidad de encontrar exiliados con los recursos necesarios –el
planteamiento de que ya cubanos residentes en Europa lo están haciendo
no pasa de ser una referencia anecdótica–, sino porque aquí también ya
hay lo que vendría a ser un modelo a seguir: las agencias de viajes.
Estas agencias son negocios capitalistas, que singularmente cumplen con
normas establecidas de común acuerdo por dos países que son antagonistas
políticos. El objetivo actual del gobierno cubano es buscar la forma de
que en otras esferas económicas, del sector de los servicios, se repita
un esquema similar. Es decir, ampliar el negocio. Por supuesto que para
ello se necesitan cambios no solo en leyes cubanas, sino también
estadounidenses, pero la hoja de ruta ya existe.

Así que Murillo habla de la "empresa estatal socialista", determinante
en la economía, pero en la práctica este limitado sector empresarial no
va jugar un papel tan clave solo en función de su productividad, sino
que será bajo el respaldo de un engranaje mayor de control social,
político y económico, al que desde hace años La Habana ha incorporado al
exilio.

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