Monday, April 16, 2012

Alarcón y la emigración

Publicado el lunes, 04.16.12

Alarcón y la emigración
Alejandro Armengol

El tema migratorio ha sido "la noticia" dentro de una entrevista
realizada por Salim Lamrani a Ricardo Alarcón. El presidente de la
Asamblea Nacional del Poder Popular en Cuba no dice nada nuevo al
respecto y se sabe que estaba frente a un entrevistador nada hostil sino
todo lo contario. Sin embargo, la difusión inmediata que tuvo el texto
dado a conocer el viernes pasado –una versión en inglés, publicada el 31
de marzo en el Huffington Post fue apenas conocida– evidencia una vez
más la importancia del asunto. Puede afirmarse, en este sentido, que la
entrevista de Lamrani actúa no sólo como fuente de información, sino
también como globo de sondeo.

Lo importante aquí, más allá del hecho de que las agencias de prensa
pasaran por alto este aspecto de la entrevista, es que la rápida
divulgación de "la noticia" no hace más que reflejar lo candente del
tema, y, sobre todo, que Alarcón escogiera a un profesor de la Sorbona,
amigo del régimen cubano pero que vive alejado de los principales
centros de residencia del exilio, para hablar con algún detalle del
asunto. Esto es marcar distancia, no con el exilio de Miami que lo
rechaza, sino con el que lo apoya.

Dice Alarcón que el gobierno cubano estudia "una reforma migratoria
radical y profunda en los próximos meses con el fin de eliminar" la
restricción que obliga a renovar el permiso de permanencia en el
exterior, a quienes viven en el extranjero por más de once meses.

Esto es un cambio significativo, si se produce. Un gesto positivo por
parte del régimen. Sin embargo, la reforma migratoria –esperada,
pospuesta y vuelta a anunciar ahora por Alarcón– debe abarcar mucho más
que eso, y en este punto es donde se inician las incógnitas. Como el
gobierno cubano ha sido cuidadoso en no hablar claro al respecto, lo que
queda son las especulaciones (por supuesto que esta columna no es ajena
a ellas).

Hay tres zonas en las que, de una manera u otra, influirá la reforma
migratoria.

Una es la llamada diáspora, formada por cubanos residentes en distintos
países, sobre todo en Europa.

Otra son los residentes en la isla, cuya gama de problemas va desde un
permiso de salida hasta el reconocimiento de una doble ciudadanía o la
aceptación de renuncia a la nacionalidad cubana. Aquí también entra el
problema de los graduados universitarios que desean abandonar el país,
particularmente los médicos, pero es de esperar que la nueva ley no se
limite a este grupo. Para esta zona, hasta el momento las esperanzas
deben limitarse a que se produzcan cambios en que el potencial económico
del futuro inmigrante –temporal o definitivo– pese más que algunos
motivos políticos, pero no todos.

El tercero es el exilio de Miami, donde desde años se habla de una
evolución que no se materializa en las urnas –los políticos favorables a
la línea más dura frente a La Habana continúan siendo los elegidos– pero
sí en otras conductas que unas tres décadas atrás eran rechazadas con
mayor fuerza que en la actualidad. Es decir, viajes y envíos de remesas
sin limitaciones y asistencia a conciertos de artistas procedentes de la
isla.

Así que las consecuencias serían amplias para los cubanos que viven por
todo el mundo, pero con una profundidad diferente. Por ejemplo, para el
cubano que reside en Europa sería la posibilidad de permanecer fuera de
Cuba por más tiempo o indefinidamente, sin el engorro y el gasto de la
renovación de un permiso. Pero para quienes están en Miami, una reforma
migratoria anunciada en los términos que habla Alarcón constituiría el
primer paso hacia la formación del marco legal necesario para una
participación económica decisiva en Cuba. No estamos hablando ya de
remesas o de viajes frecuentes. Una revisión de esta índole, tanto
estabiliza como hace legal el regreso a la isla de ancianos retirados en
Estados Unidos –algo que ya existe pero de forma limitada–, al tiempo
que abre el camino a una inmigración temporal estilo México y a reformas
de otro tipo, entre ellas la posible inversión de capital de
cubanoamericanos en la isla.

Lo fundamental aquí, por parte del gobierno cubano, es asumir una
posición que considera démodé al exilio histórico y combativo –como
terminó ocurriendo con el exilio ruso en París–, al valorar que esta
combatividad se limita a una vocinglería ocasional. Al respecto, la
única espina que le quedaría a La Habana son los legisladores
cubanoamericanos.

Afirma Alarcón: "Ahora, la comunidad cubana en el exterior constituye el
segundo grupo de personas en orden de importancia que viaja a Cuba
anualmente. Cerca de medio millón de cubanos instalados fuera de
nuestras fronteras nos visitan cada año. La inmensa mayoría de la
emigración cubana tiene una relación normal con su patria de origen".

Es decir, el inmigrante como fuente de ingresos para el país de origen.

El exilio de Miami ya no se dividiría entre quienes rechazan y quienes
aceptan al régimen cubano. Ese otro sector del exilio, que no combate
pero tampoco comparte, empezaría a contar como un poder económico
importante.

De la entrevista de Alarcón se desprende que La Habana comienza a
apostar por un triunfo electoral de Obama y lanza de nuevo la pelota a
Washington: ¿Qué van a decir ahora los que apoyan la llamada Ley de
Ajuste Cubano?

http://www.elnuevoherald.com/2012/04/16/v-fullstory/1177889/alejandro-armengol-alarcon-y-la.html

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