Monday, July 22, 2013

Raúl Castro, el Chapulín Colorado y los buenos modales

Raúl Castro, Educación, Cambios

Raúl Castro, el Chapulín Colorado y los buenos modales
Como si no le fuera suficiente a los cubanos el vivir subalimentados,
ahora también tienen que cargar con el mote de desaliñados
Haroldo Dilla Alfonso, Santo Domingo | 22/07/2013 10:38 am

El pasado discurso del general/presidente Raúl Castro (RC) en la
Asamblea Nacional —en que anunció una cruzada contra "…el ambiente de
indisciplina que ha arraigado en nuestra sociedad"— es, a primera vista,
impertinente y cínico. Pero nada de ello omite que resulte funcional al
proceso de transformaciones que los dirigentes cubanos han programado en
su "actualización". O al menos un intento de serlo, pues en este caso,
como en otros relacionados con la información y las tecnologías, la
élite política cubana anda tropezando a cada paso con la irrealizable
quimera de querer cambiar cosas que inevitablemente hay que cambiar,
pero evitando sus consecuencias inevitables. Como quien chapotea en un
lodazal y aspira a tener los zapatos lustrosos.
Ante todo, debo decir que me parece cuando menos poco congruente que el
presidente de un país en situación económica calamitosa y en franco
proceso de despoblamiento, dedique un discurso clave en un lugar clave,
según la institucionalidad cubana, a quejarse de que los ciudadanos a
los que gobierna digan malas palabras, hablen alto, echen basura en las
calles y no usen adecuadamente los uniformes escolares. Pero sobre todo
me parece totalmente improcedente que lo haga en un momento tan crítico
en que la gente vive al borde de la sobrevivencia porque —según
confiesa— los proclamados logros económicos de su gobierno no acaban de
entrar en los hogares. Eso de vivir subalimentados ya es suficientemente
grave como para tener que cargar de paso con el mote de desaliñados.
Pero aunque lamentable, no es sorprendente, porque la élite política
cubana siempre ha estado inclinada a socializar sus errores, y hacer
descansar las culpas de sus estropicios en las víctimas de ellos. Y
ahora RC recurriendo a una frase preferida del Chapulín Colorado, llega
a afirmar que "se ha abusado de la nobleza de la revolución". Y con sus
alegatos parece querernos decir que en lo adelante, hay que contar con
su "astucia".
RC nos explica lo que ya sabíamos: que existe un clima generalizado de
anomia en la población cubana. Y sabemos que no es una casualidad
histórica, ni una herencia de la "república-mediatizada-y-neocolonial",
sino una creación del propio sistema postrevolucionario del que el
General/Presidente fue siempre segundo al mando, y primero desde hace
siete largos años. La anomia ha sido para la población cubana una
reacción cínica a lo que fue una política cínica. En otros casos el
contrapeso perfecto para sobrellevar la erosión de los mecanismos
sociales de regulación. Y finalmente también un recurso político de
simulación para una población a la que se le prohibía organizarse y
emprender sus propias acciones colectivas, fuera de las estructuras
obligatorias oficiales.
La palabra familia —y la alegoría a ella como mecanismo de control y
educación fallido— es mencionada varias veces en el discurso. Pero la
erosión de la familia como institución fue una política dictada desde el
Palacio de la Revolución, primero cruzándola de conflictos políticos y
promoviendo separaciones. Y luego sustrayendo a los hijos de la atención
hogareña, y queriendo suplantar esta función con una parafernalia de
escuelas en/al campo que disfrazaba de convivencia martiana lo que
realmente era aglomeración insalubre y promiscuidad. El
General/Presidente tiene derecho a criticar el resultado, pero no parece
decoroso que guarde distancia de sus causas.
Lo mismo ocurre, para citar otro caso, con el desorden urbano. Ello es
el resultado de lo que fue originalmente un sentimiento visceralmente
antiurbano de los nuevos dirigentes cubanos, quienes incluyeron en sus
formatos mentales de austeridad plebeya la satanización de la ciudad y
en particular de La Habana. Fue la misma élite que fundamentalmente está
hoy en el poder, la que organizó ferias ganaderas en los jardines del
Capitolio, transformó mansiones de alto valor arquitectónico en
cuarterías, y luego se desentendió de las regulaciones urbanísticas que
habían estado vigentes desde 1863. Fue ella la que sometió a "crítica
destructiva" los primeros proyectos de viviendas populares en el este de
La Habana y los sustituyó por ese almacén mal atendido de gente que se
llama Alamar, la que destruyó el brioso proyecto del "arquitecto de la
familia" de la reprimida Habitat-Cuba, la que arruinó los proyectos
comunitarios de los 90s que hubieran dado una nueva vida a la ciudad.
Pero el discurso de RC no está dirigido a producir una autocrítica
histórica que hubiera resultado más creíble y políticamente más digna,
sino a tratar de remediar una situación que hoy constituye un obstáculo
para el proyecto de restauración capitalista, que es en esencia lo que
propone la "actualización". El capitalismo en serio funciona con una
masa de población seriamente disciplinada. Y en ese proceso de
disciplinamiento el estado tiene una función crucial, por lo que RC ha
entendido que tiene que recuperar cuotas significativas de lo que Bauman
ha llamado "el temor oficial" para contrarrestar la marejada
ingobernable de anomia social.
Con un diagnóstico equivocado, y sin llegar a la raíz de los problemas,
dudo que la cruzada funcione, pero aún así me parece positivo que se
hable del asunto. Lo que me parece lamentable es que se haga, culpando a
las víctimas de este estropicio monumental. Tal y como hacían los
hombres necios de Sor Juana Inés de la Cruz: se pasaron la vida pagando
por el pecado que condenaban.

Source: "Raúl Castro, el Chapulín Colorado y los buenos modales -
Artículos - Cuba - Cuba Encuentro" -
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/raul-castro-el-chapulin-colorado-y-los-buenos-modales-288149

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