Wednesday, July 24, 2013

Moncada - mitología e historia

Moncada, Fidel Castro

Moncada: mitología e historia
La revolución cubana nació como "un líder en busca de un movimiento, un
movimiento en busca del poder y un poder en busca de una ideología"
Arnaldo M. Fernández, Broward | 24/07/2013 10:05 am

Desde el cronista Herbert L. Matthews hasta el historiador Antonio
Rafael de la Cova consideran que los ataque a los cuarteles de Santiago
de Cuba y Bayamo, el 26 de julio de 1953, marcan el nacimiento de la
revolución cubana, esto es: la revolución de Fidel Castro, que ya cumple
60 años. Sólo que el parto ha generado tantos mitos que la historia
terminó por retorcerse y sobre todo De la Cova ha tenido que sudar la
camiseta académica (The Moncada Attack, Universidad de Carolina del Sur,
2007) para enderezarla.

El mito fundacional

Castro sostiene que "si fuera de nuevo a organizar un plan de cómo tomar
el Moncada, lo haría exactamente igual, no modifico nada" (Biografía a
dos voces, Debate, 2006, p. 126). Para Matthews, el plan entrañaba una
"loca aventura suicida" (Fidel Castro, Simon and Shuster, 1969, p. 65).
De la Cova desmitificó por completo el plan impecable:
* La socorrida justificación de que "Sólo la casualidad impidió la toma
del Moncada" (Granma, 22 de julio de 2003) encubre el descuido de no
haber averiguado que la vigilancia del perímetro del cuartel se
reforzaba en carnavales con "guardia cosaca" entre 6 de la tarde y 6 de
la mañana.
* Tampoco se averiguó que, en el mismo horario, se prohibía el acceso al
cuartel por otro lugar que no fuera la entrada principal. La caravana de
autos de los asaltantes enrumbó hacia entrada secundaria por la posta 3.
* La exploración dejó mucho que desear:
- El plano del cuartel elaborado por Renato Guitart no ubicó bien la
puerta de acceso al arsenal en la planta baja, detrás de la escalera, y
el comando subió por esta última para ir
a parar a la barbería.
- Se soslayó que la posición clave dominante de las entradas a las
barracas del cuartel era un edificio de apartamentos de tres pisos,
frente a la posta 2, desde cuya azotea se
podía neutralizar también toda acción en el polígono y la ametralladora
30 emplazada allí.
- Como no se dieron claras orientaciones topográficas, el grueso de los
asaltantes no atacó el Moncada, sino el complejo residencial y el
hospital militar ubicados fuera del
cuartel.
- En el Palacio de Justicia, Léster Rodríguez no revisó antes la azotea,
que era la posición de combate. Al ocuparla, su grupo de apoyo se topó
con muro de tan alto que
dificultaba abrir fuego contra el cuartel, al extremo de que Raúl Castro
no llegó a disparar un solo tiro.
* La incomunicación fue absoluta. No hubo quien actuara como correo
entre los asaltantes al cuartel y los grupos de apoyo. Así como el grupo
del Palacio de Justicia logró retirarse, el grupo entero del Hospital
Civil fue apresado. Igual suerte corrió el único que regresó (Boris Luis
Santa Coloma) de la granjita Siboney al hospital en busca de Yeyé y Melba.
* En la granjita, Castro instruyó como única regla de combate disparar
contra quien llevara uniforme militar completo —los asaltantes vestían
de sargentos, pero con "zapaticos de corte bajo"— y portara un
Springfield. Dio como referencia al único asaltante armado con tal
fusil, Teodulio "Lulo" Mitchell, quien exclamó: "Bueno, doctor, ¿y yo
qué?" Castro repuso que no avanzara demasiado.
* No se previeron planes de contingencia ni primeros auxilios para los
heridos. En su Biografía a dos voces Castro reconoció: "¡Qué demonios
vamos a prever algo [en] una operación como aquella!" (p. 144).
* No había forma de incitar a la rebelión popular: no se ocupó
radioemisora alguna, Castro no dio con Luis Conte Agüero para que
largara alocuciones y Manuel Lorenzo, el radiotelegrafista que debía
enviar mensajes desde la planta del cuartel tras ser ocupado, desertó
temprano.

Los mitos derivados

Otra deserción pasó a la historia oficial como extravío de casi un
tercio de los asaltantes. Ernesto Tizol enrumbó por Avenida Las Américas
hacia Alturas de Quintero, en vez de continuar por la avenida Victoriano
Garzón. Otros autos le siguieron, pero no es plausible que se quedaran
dando "vueltas y más vueltas por Santiago." No sólo Boris Luis Santa
Coloma y Oscar Alcalde atinaron a llegar al Moncada, sino que Tizol no
pudo equivocarse.
Aparte de haber manejado otras veces por Santiago, Tizol fue a la
gasolinera que poseía el dueño de la granjita Siboney, José Vázquez
Rojas, a tramitar el arriendo y sabía bien que para llegar al Moncada
por la Avenida Garzón tenía que pasar por esa gasolinera, sita en la
intersección con la Avenida Céspedes, pero dobló antes por Avenida Las
Américas hacia Alturas de Quintero.

Y así fueron forjándose mitos y más mitos, que incluyeron las leyendas
negras de cada bando sobre el otro. El coronel Alberto del Río Chaviano,
jefe del cuartel, difundió que los asaltantes habían pasado a cuchillo a
soldados convalecientes en el hospital militar; Castro alegó que su
gente fue salvajemente torturada. Ningún forense refirió soldados ni
asaltantes muertos por otra causa que heridas de bala.

Castro no apareció "en la trágica escena del combate," según Batista
(Cuba Betrayed, Vintage Books, 1962, p. 35) y su jefe de inteligencia
insistiría tanto en que Castro "no participó en el ataque" como en la
leyenda negra de Chaviano (Habla el coronel Orlando Piedra, Ediciones
Universal, 1994, p. 174 y 177).
Sólo que hasta asaltantes que luego se apartaron de Castro, como Gerardo
Granados, atestiguan que lo vieron "en el medio de la calle con una
pistola Luger en la mano" y convalidan así la portada del libro de Mario
Mencia El grito del Moncada (Editora Política, 1986).

Sin embargo, Castro relata en Biografía a dos voces: "Me paro en medio
de la calle [con] mi escopeta calibre 22 [y] tuve que encargarme [de
quien] intentaba disparar contra nosotros desde un techo con su
ametralladora 50 (…) Cada vez que intentaba posesionarse del arma [yo]
le disparaba" (p. 141 s).

Las únicas dos ametralladoras 50 del cuartel abrieron fuego desde cerca
de la posta 4 contra el Hospital Civil y desde el Club de Oficiales
contra el Palacio de Justicia, lejos de la posición de Castro frente a
la posta 3, barrida por la ametralladora 30 emplazada en el polígono.

Y así, la mitología generada por el Moncada llegaría a la discusión
parlamentaria sobre la amnistía (1955) a los asaltantes, con el discurso
"profético" de Rafael Díaz-Balart sobre las consecuencias funestas para
Cuba de poner en libertad a Castro, sin que tal profecía conste para
nada en el diario de sesiones.

El saldo del Moncada parece resumirse con el susurro de uno de los
co-acusados civiles, Ignacio Fiterre, a otro militante del Partido
Auténtico, el senador Sergio Mejías, tras escuchar en la segunda sesión
del juicio —septiembre 22 de 1953— como Castro reviraba la acusación
contra el ejército por la masacre de prisioneros: "Ha nacido un líder."
Castro desbancó a quienes habían concertado la oposición
auténtico-ortodoxa en el Pacto de Montreal (junio 2, 1953) y eran
tachados ya de "héroes a distancia". Y la revolución cubana nació
entonces como "un líder en busca de un movimiento, un movimiento en
busca del poder y un poder en busca de una ideología" (Theodore Draper:
Castrismo, teoría y práctica, Praeger, 1966, p. 71).

Coda

Castro se convertiría en el único exiliado que desembarcó a la vuelta en
pie de guerra y logró conquistar el poder. Luego de preservarlo por casi
medio siglo, llegó al colmo de la dictadura: ejercerla sin atributos
formales de mando, tras pasarlos todos a su hermano menor. Y tal como
viene demostrando desde que apareció muerto el 28 de julio de 1953 en el
periódico habanero Ataja, se morirá cuando le dé la gana sin que lo
advierta ningún cabo furriel de los medios o la inteligencia.

Quizás entonces gaste una broma colosal a detractores y fanáticos por
igual: dejarlos frente a la utopía misma, sin lugar con losa donde
agraviarlo ni rendirle culto, al mandar a incinerar su cadáver y
esparcir las cenizas en la Sierra Maestra.
Como quiera que sea, quienes le sobrevivan y de algún modo se cruzaron
con él a su paso por el reino de este mundo, no descansarán en paz.

Source: "Moncada: mitología e historia - Artículos - Cuba - Cuba
Encuentro" -
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/moncada-mitologia-e-historia-288692

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