Tuesday, July 23, 2013

A un año del cadalso

A un año del cadalso
ORLANDO LUIS PARDO LAZO | Nueva York | 22 Jul 2013 - 4:24 pm.

El Proyecto Varela es el legado de Oswaldo Payá que sobrevivirá a los
hermanos Castro. Incluso al capitalismo sin derechos humanos que ya se
ensaya para entronizarlo después de los Castro.

Oswaldo Payá a la entrada de la Asamblea Nacional del Poder Popular, La
Habana. (CUBAOUT.WORDPRESS.COM)
Esperé hasta el final de la cola, tras cientos de dolientes que
desfilaban ante su ataúd, bajo el altar mayor. Era un mes de julio
caluroso hasta lo criminal. Y en la parroquia El Salvador del Mundo, en
el municipio Cerro de Ciudad de la Habana, velaban al fundador del
Movimiento Cristiano Liberación (MCL): Oswaldo Payá, 1952-2012.

Me doblé sobre el vidrio de la humilde caja. Allí estaba la bandera
nacional, con su geometría siempre represiva de barrotes azules y
blancos, y ese triángulo rojo con la estrella como un ojo rapaz. El olor
a flores muertas era insoportable, también el incienso hipócrita de una
Iglesia cuyo Cardenal es hoy casi un ministro del Gobierno comunista ya
cincuentenario, dando la espalda a sus fieles como otras tantas veces en
la historia nacional.

Miré la cara de Oswaldo Payá. Tenía un moretón en la mejilla izquierda.
En el exilio cubano, se le acusó de castrista por pretender una
transición pacífica hacia la democracia que fuera de la ley a la ley,
para que resultase redentora de verdad y no terminase en el
cambio-fraude de un caudillo militar por otro con traje y corbata. En
las filas de la oposición, recibió críticas de autoritarismo por la
virtuosa vehemencia de sus convicciones. La soledad de aquel cadáver
reciente era la típica de nuestros mártires.

Pensé en que junto a él habían segado la vida de un joven líder del MCL
llamado Harold Cepero. Y en este punto fue como si Oswaldo Payá me
mirase con culpa, sin necesidad de abrir sus párpados pesados como telones.

En ese instante tuve una visión arrasadora, cuyo fondo era la alocución
radial que acababa de oír en la voz de su aún más joven hija, Rosa María
Payá, quien anunció con dolor pero muy ecuánime al mundo que, después de
décadas de vigilancia y amenazas constantes, su padre había sufrido un
atentado, tal como lo demostraban los sms enviados a Suecia y España por
los dos extranjeros sobrevivientes al "accidente".

En mi visión, Oswaldo Payá era sacado del auto de turismo en que viajaba
y juzgado in situ por un tribunal militar, que lo condenaba a muerte sin
darle la palabra, para cumplir así la vieja venganza personal del
Comandante en Jefe de la Revolución, que jamás le perdonó ser un hombre
libre y feliz dentro de Cuba, capaz de reunir más de 25.000 firmas en su
contra, de hablar sin miedo pero sin odio el corazón al recibir el
premio Sajarov del Parlamento europeo, y de estar a punto de obtener un
merecidísimo premio Nobel de la Paz (título que Fidel Castro siempre
ansió para él).

Entonces, un hilillo de sangre comenzó a manar de la oreja izquierda de
Oswaldo Payá, surcándole el cuello hasta depositarse en el bolsillo de
su camisa. Nadie más lo veía en la iglesia abarrotada de opositores,
prensa extranjera y agentes secretos infiltrados (todos indistinguibles
en más de un sentido). Sin darme cuenta comencé a llorar. Las lágrimas
caían mansas por mis mejillas, sin poder controlarlas. Me llamaban del
extranjero y yo les reportaba llorando, aunque ni siquiera me sentía
triste. Estaba simplemente arrasado. Lo que comenzó con unos
guerrilleros que fusilaban sin juicio desde mucho antes de 1959, ahora
terminaba con un asesinato de Estado, mientras los inversionistas del
mundo libre cuentan ya sus monedas para invertir y verse investidos como
los salvadores de la última utopía totalitaria en la Tierra.

El Proyecto Varela del MCL, la idea de reducir a la tiranía al
emplazarla a cumplir con su propia legislación, sigue vigente hoy, y
ningún funcionario cubano (ni hoy ni mañana) tendrá legitimidad hasta
tanto la Asamblea Nacional del Poder Popular no cumpla con lo
estipulado, y reconozca a esta petición ciudadana que se le entregó
dentro del marco constitucional. Ese legado de Oswaldo Payá sí
sobrevivirá a los hermanos Castro. Incluso al capitalismo sin derechos
humanos que hoy ya se ensaya para entronizarlo después de los Castro.

Es muy posible que el crimen quede impune en términos judiciales. Pero
las vidas de Harold Cepero y Oswaldo Payá (hayan sido arrancadas como en
mi visión o de cualquiera otra cruel manera) son ya un evangelio vivo,
patrimonio de todos los cubanos, para que la violencia de Estado sea
incinerada en Cuba junto al último de los uniformes verde-verdugo de la
Seguridad del Estado.

Source: "A un año del cadalso | Diario de Cuba" -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1374503078_4327.html

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