Sunday, August 5, 2012

Un accidente convertido en conflicto

Un accidente convertido en conflicto

La Habana enmarca el 'caso Carromero' en una suerte de conspiración
internacional
Juan Jesús Aznarez Madrid 4 AGO 2012 - 21:54 CET118

El esclarecimiento de las circunstancias en que se produjo el accidente
de tráfico que causó la muerte de los disidentes Oswaldo Payá y Harold
Cepero no parece ser tarea difícil porque probablemente todos los pasos
del vicesecretario general de Nuevas Generaciones del Partido Popular
(PP) de Madrid, Ángel Carromero, y del sueco Jens Aron Modig, presidente
de la Liga Juvenil de la Democracia Cristiana sueca, eran conocidos por
la policía cubana desde el momento en que aterrizaron en el aeropuerto
José Martí de La Habana, el 19 de julio. Suponiendo que los ordenadores
de la terminal no registraran como sospechosa la llegada de dos
políticos europeos, el segundo filtro era insalvable: cualquier
extranjero que se acercara al domicilio de Payá debía conocer que
inmediatamente iba a entrar en el radio de acción de los agentes de la
Seguridad del Estado asignados al disidente.

El arsenal en manos del Código Penal cubano para prolongar la detención
de Carromero es enorme y trasciende la pena que la fiscalía pueda
imponer al dirigente juvenil por doble homicidio involuntario en
accidente de tráfico. Salvo imponderables, el Gobierno de Mariano Rajoy
deberá hacer de tripas corazón y tragarse algún sapo para procurar salir
cuanto antes de un caso que el régimen atribuye al activismo
anticastrista de determinados sectores del Partido Popular, a juzgar por
el énfasis con el que el diario Granma, órgano oficial del Partido
Comunista Cubano, subrayó la filiación de Carromero, "cercano a los
connotados anticubanos" José María Aznar y Esperanza Aguirre. Los
interrogatorios policiales han indagado sobre el comportamiento del
conductor implicado en el siniestro, pero especialmente sobre las
circunstancias en que se organizó el viaje a un país que el Partido
Popular y la Democracia Cristiana sueca consideran una dictadura a batir.

El accidente no parece tener mucho misterio, a la espera de dilucidar si
la velocidad y el derrape de Carromero por las bacheadas carreteras del
oriente cubano fueron consecuencia de su imprudencia o del nerviosismo y
ganas de dejar atrás a un hipotético vehículo perseguidor. La ecuación
solo podrá ser resuelta por el propio vicepresidente madrileño de Nuevas
Generaciones cuando quede en libertad y regrese a España. Mientras
tanto, las gestiones diplomáticas encaminadas a solucionar el conflicto
cuentan con la ventaja de que Rajoy es percibido como menos beligerante
que Aznar y sin sus contactos en la comunidad anticastrista de Miami,
cuyos movimientos La Habana escruta con lupa. No sería extraño que los
cubanos difundan, cuando les convenga, nuevas grabaciones de Carromero
sobre su viaje a la isla con visado de turista y dinero para sufragar
las actividades del Movimiento Cristiano Liberación y promover una
organización juvenil, que supuestamente lideraría la hija de Oswaldo Payá.

La información oficial difundida en el programa televisivo Mesa redonda
enmarca el caso de Carromero en una suerte de conspiración internacional
dirigida por Estados Unidos para acabar con la revolución cubana. De
acuerdo con esas fuentes, el viaje del español y el sueco, que se había
entrevistado en Estados Unidos con la oposición cubana en el exilio y
miembros del Instituto Republicano Internacional, fue preparado por
Anikka Rigo, jefa de la Sección de Relaciones Exteriores del Partido
Demócrata Cristiano sueco. En Madrid, el presidente de Nuevas
Generaciones del PP, Pablo Casado, pidió a Carromero, según el
Ministerio del Interior cubano, que se pusiera en contacto con la
española Cayetana Muriel, militante de la democracia cristiana nórdica,
"de la que recibió instrucciones, el dinero a entregar y un teléfono
móvil programado con los números necesarios". Después contactó por
Facebook con Modig, que ya había visitado Cuba en 2009.

Si Cuba quisiera imputar a Carromero el delito de "complicidad con el
imperio (EE UU)" para subvertir el orden establecido podría hacerlo,
pues considera a los disidentes "peones" de la lucha de Washington
contra la revolución. Posiblemente no lo haga porque el Gobierno de Raúl
Castro parece convencido de que el Ejecutivo de Rajoy, incluido su jefe
de gabinete, Jorge Moragas, experto en Cuba, y el grueso del PP nada
tienen que ver con el viaje porque la crisis absorbe ahora todos los
esfuerzos. Curiosamente, la indiscreción del titular de Exteriores, José
Manuel García-Margallo, en la reunión con el Rey del Consejo de Defensa
Nacional, pueda haber sido traducida por los cubanos como señal de
desconocimiento del viaje. Caso contrario, difícilmente se entenderían
sus espontáneas palabras al director del Centro Nacional de Inteligencia
(CNI), Félix Sanz: "Félix, ahora tenemos que hablar de lo de Cuba".

http://internacional.elpais.com/internacional/2012/08/04/actualidad/1344109372_992191.html

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