Saturday, August 11, 2012

Perder el temor

Perder el temor
[10-08-2012]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- Hay que animarse a desterrar el miedo. El
cambio viene cuando se dejan de lados ciertos temores. La apatía, el
desánimo y la resignación, son aliados funcionales de quienes pretenden
que nos quedemos en casa.

Ellos, los verdaderos conservadores, los que no quieren que nada se
modifique, apuestan a eso, a que la gente se entregue, que la impotencia
le gane a la voluntad y la desidia a las convicciones.

Los dueños de la política, esos que hicieron de esta actividad su
espacio propio, ese lugar desde el cual someten a todos intentando
convencerlos de que están ahí, en esa situación de mando, por la
voluntad de los más, trabajan con ahínco y perfeccionan a diario esta
idea de miedo.

Por eso intentan amedrentar, intimidar, asustar. El arte que conocen es
ese, el de mantener a raya a la sociedad para que no se anime a
desconocer ese poder que usan atemorizando a todos, imponiendo miedo y
no respeto.

Ellos conocen este juego hasta en sus más mínimas expresiones. Saben del
desencanto de la sociedad con sus decisiones. Conocen también el
desprestigio que los rodea como clase dirigente.

Pero también entienden que para que ese poder siga vigente, la
estrategia es evitar que los valientes triunfen. Por eso, de tanto en
tanto, eligen alguna víctima, para desplegar sus armas y disuadir a los
que se animan.

Su poder no se sostiene sobre la autoridad que le confieren sus
cualidades, conocimiento o talento, y mucho menos la que proviene de su
integridad personal. Se les teme por lo que pueden hacer con el poder
que disponen.

Una de las tantas herramientas que han desarrollado para aplicar sus
perversas habilidades, es ocuparse de que la sociedad sienta culpa. Han
hecho un culto de esta forma de hacer política y ejercer el poder.

La tarea consiste en que los ciudadanos de a pie, sientan que han
cometido algún error en sus vidas, de orden legal, empresarial, social y
hasta íntimo.

Esquivar algún impuesto, haber recibido un favor estatal, tener un
emprendimiento con cierta precariedad, contraer una deuda, haber pasado
por tribunales, aunque sea como testigo, o porque no cometer el pecado
de ganar mucho dinero y no contribuir con los humildes. A veces
inclusive caen en aquello de hostilizar con cuestiones de la vida
privada. Todo sirve para poner fuera de juego a los críticos, a los
peligrosos, a los que son una amenaza para la continuidad de sus
negocios políticos y económicos.

Se han especializado en esto de invalidar a los rebeldes recurriendo a
lo que sea. Son muy buenos en ese esquema. Tienen los medios del Estado,
cuentan con la información precisa y sobre todo no tienen escrúpulo
alguno, ni mínimo código moral, para disponer de lo que sea y usarlo sin
remordimiento alguno cuando de sus fines se trata.

Pero en realidad, todo eso que parece estar a su favor, se transforma en
realmente importante sólo cuando los ciudadanos, acompañan ese juego.

El temor al escrache, a la represalia del poder, a perder dinero u
oportunidades por decir lo impropio, hace que los más se llamen a silencio.

Dicen en privado lo que no se animan a repetir en público. Critican al
poder pero no se animan a enfrentarlo en el terreno apropiado y
concluyen haciendo lo que los poderosos esperan. El silencio y el manso
repliegue.

En realidad, el arma de quienes imponen estas reglas, no es como parece,
su supuesto poder, la información, los medios económicos y recursos del
Estado. Su poder radica en nuestro temor. Es eso lo que los hace
fuertes. No es lo que puedan decir o hacer, sino cómo impacta esa
posibilidad en nuestras vidas cotidianas. Y en esto pasa a tener un rol
clave, la comodidad, esa que nos hace aferrarnos al presente por el
pánico que nos genera la incertidumbre del futuro.

Los héroes, esos que hicieron lo adecuado, lo necesario, los que se
expusieron a todo, inclusive perdiendo las más de las veces, no midieron
los pasos. Sólo hicieron lo que sentían que tenían que hacer. Muchos de
ellos perdieron mucho, inclusive sus vidas en el intento. Pero dieron la
batalla, y gracias a ellos muchos hoy gozamos de cierta libertad, pero
por sobre todo de un ejemplo a seguir.

No se trataba de seres humanos extraordinarios, sino justamente de seres
ordinarios, cuya diferencia era que estaban dispuestos a hacer lo
correcto, sin poner excusas mundanas, argumentos pobres desde lo
intelectual, o supuestas cuestiones superiores que impidieran obrar en
consecuencia.

A riesgo de repetir la frase, nunca más pertinente aquella que una
película inmortalizara cuando el protagonista dijera "lo difícil no es
hacer lo correcto. Lo difícil es saber qué es lo correcto. Cuando se
sabe que es lo correcto, hacerlo es inevitable".

Los poderosos lo son, no sólo por ese arsenal que disponen de un modo
ilegítimo cuando se apropian del Estado, sus dineros y recursos. Son
poderosos, porque han quebrado moralmente a los ciudadanos, haciéndolos
claudicar en sus convicciones, rendirse, resignarse, invirtiendo los roles.

Son ellos los que imponen esas reglas a los ciudadanos que le han
delegado ese poder transitoriamente para administrarlo con equidad y
criterio. Son los gobernantes quienes deberían rendir cuentas y tener temor.

En realidad lo tienen. Saben que cuando la sociedad despierta, su poder
artificial de gobernantes a préstamo, se esfuma. Por eso se esmeran en
asustar, en intimidar, en arrinconar a los ciudadanos.

El miedo es la matriz con la que gobiernan. Sin ella estarían dando
explicaciones como corresponde. Pero es un papel que les queda incómodo
y no les sirve a sus perversos objetivos.

Buena parte de esto pasa porque los ciudadanos bailamos a su ritmo.
Hacemos lo que la política espera de nosotros, somos funcionales. Hay
que intentar comprender la dinámica. Son ellos los que deben temer a los
ciudadanos y no los ciudadanos al poder. Para eso hace falta coraje,
sentido de la libertad y sobre todo, una alta dosis de dignidad. El
primer paso es entenderlo, para que luego podamos estar dispuestos a
enfrentar de modo personal e indelegable, esta decisión de animarnos a
perder el temor.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=36743

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