Wednesday, August 15, 2012

No hay mala palabra, sino mal dicha

No hay mala palabra, sino mal dicha
[15-08-2012]
Lucas Garve
Fundación por la Libertad de Expresión

(www.miscelaneasdecuba.net).- No ignoro que sea un tema muy personal.
Pero la frecuencia de uso hoy en día me empuja a introducir el tema.

Sobre todo, a la hora del apagón. Será una cuestión entonces, de mí para
usted o de usted consigo mismo. Porque cuando la prima hermana de la
mala palabra, la mala suerte te agarra por los pelos, no hay otro
recurso para espantarla.

No habrá razón para pronunciarlas, pero cuando saltan de lo profundo del
ser no hay remedio. Aunque el ex abrupto (eufemismo que enmascara la
mala palabra y cuyo origen es la locución latina que significa "de
repente, con brusquedad") pierde casi siempre la batalla de la
discusión, sí garantiza la satisfacción de evacuar la pena, la molestia
o el dolor que lo provoca.

Primero, hubo un jurado que condenó para siempre las malas palabras.
Esto ocurrió definitivamente durante la Edad Media. Compusieron el Alto
Tribunal San Antonio Abad, el ermitaño egipcio y asceta de la
Cristiandad y San Agustín, el más importante padre y Doctor de la
Iglesia, quienes influidos por los maestros de la Antigüedad, Platón y
Aristóteles, se empeñaron en desterrar las malas palabras del
vocabulario humano con el fin de efectuar a fondo una "limpieza del alma".

De esta manera y como negación de la anterior época del Imperio romano,
cuando las palabras satisfacían el libre albedrío de sus voceadores en
plena gozadera, los doctos Padres de la Iglesia en el Medioevo
condenaron al Infierno lexical los vocablos que identificaban,
principalmente partes de los genitales, actos lujuriosos, artes
amatorias, el cuidado y mantenimiento el cuerpo humano, etc.

Sólo para atestiguar lo anterior, podríamos acudir a dos de esos mal
recomendados vocablos. No obstante, los más frecuentes en uso en nuestro
español más cotidiano. Además, recogidos en el normativo DRAE
(Diccionario de la Real Academia Española), donde aparecen muy campantes
los empleadísimos "coño" y "carajo".

La primera tiene origen latino, viene del latín "cunnus" y significa
"parte extrema del aparato genital de la hembra". La segunda, dice el
DRAE tiene origen inc. (Ignoro si por casualidad quiere decir
"incorporated") e identifica en su primera acepción al miembro viril.

Por lo que infiero que cuando a uno lo mandan por vía libre como
penitencia al caraj…, bueno, lo envían de cabeza a esa parte del cuerpo
humano. ¡Y constate usted que no he vuelto a escribirlas, por no ofender
la limpieza de sus pupilas!

Todo lo precedente nos indica que las primeras condenadas por los Doctos
Padres de la iglesia fueron esas que tenían que ver con genitales, sexo
y placeres carnales, ¡claro si perseguían con tenacidad la limpieza del
alma, aunque olvidaran la del cuerpo!

Los latinos se servían del vocablo "cunnus" para denominar el clítoris
y, en consecuencia o por afición, también derivaron de ella otras como
"cunnilingus" que expresa la acción de aplicar la boca, entonces, la
lengua incluida, al clítoris. Mientras, la "fellatio" que significa
"mamar", la usaron para la misma acción anterior, pero aplicada al
órgano genital masculino.

Pues resulta que esos dos vocablos empleados hoy, también fueron
condenados, a pesar que en remotos recovecos de los conventos, los
prejuicios silenciaran las palabras, pero persistiera en las acciones.

Tan intenso fue el furor por olvidar el cuerpo humano, limpiar el alma y
los órganos de fonación de esas palabras lanzadas al ostracismo lexical,
que solamente 67 años después del arribo de Cristóbal Colón a nuestras
costas, fue que el anatomista italiano Mateo Realdo Colón (ignoro si
fueran parientes, aunque sí reconozcamos que compartieran similar ansia
por revelar lugares ocultos) describió con precisión el clítoris, como
el otro Colón plasmó en el Diario de Navegación su sorpresa ante las
tierras americanas.

Concluyamos en que no hay entonces malas palabras, sino malos momentos o
usos injustificados y prejuicios ancestrales. No vaya a suceder que la
extensión del texto obligue al Sr. Lector a soltar una en mi recuerdo.
No obstante, luego, se disculpe por haberla pronunciado.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=36781

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