Friday, August 3, 2012

La muerte útil

Publicado el jueves, 08.02.12

La muerte útil
VICENTE ECHERRI

El reciente fallecimiento del líder opositor cubano Oswaldo Payá
Sardiñas ha sido de las noticias más difundidas y comentadas de los
últimos días —no en balde el diario Granma contabilizaba, con un tono de
queja, el número de informaciones de prensa (900) y de mensajes en las
redes informáticas (120,000) que la divulgaban -así como han abundado
las especulaciones en torno al suceso y sus secuelas lógicas: entre
ellas el arresto y la posible incriminación del español Ángel Carromero,
líder de las Nuevas Generaciones del Partido Popular, que se encontraba
al volante del auto en que murió el conocido disidente.

Como tantas otras cosas en Cuba, la opacidad y la crispación han
caracterizado el hecho, que el régimen cubano -con el respaldo hasta de
los dos extranjeros que sobrevivieron- ha descrito como un accidente;
versión que muchos han puesto en duda (empezando por la familia de Payá)
motivados por la falta de transparencia típica del totalitarismo, así
como por la existencia previa de amenazas y de un intento de asesinato
del que Payá fuera víctima semanas atrás.

¿Convenía al castrismo la muerte de Oswaldo Payá? A primera vista, uno
podría estar tentado a responder que sí; pues, al operar dentro del
estrecho marco legal que ofrece la Constitución vigente en Cuba -y sin
coincidir con las opiniones más radicales de exiliados y opositores
internos-, Payá había llegado a convertirse en un incordio invulnerable,
sobre todo después que varios reconocimientos internacionales
contribuyeran a blindar aún más su posición: un hombre honrado que
aspiraba, por vías pacíficas y de diálogo abierto, a desmontar un
régimen inoperante. Uno puede imaginar la incomodidad de los dirigentes
cubanos ante la infatigable persistencia de quien busca ser buenamente
escuchado, valiéndose de los poquísimos instrumentos que, teóricamente,
una tiranía pone a su alcance, y que logra -cuando una y otra vez se
niegan a escucharlo- revelar la naturaleza hipócrita y mendaz de esa
tiranía.

Por otra parte, su cauteloso marco de operaciones -incluido el
reconocimiento de la espuria Constitución de 1976- hacía de Payá,
pensaría uno, el adversario que hasta un régimen despótico anhelaría
tener: un hombre avalado por el prestigio de su propia honradez que, al
reconocer la Carta Magna en que se asienta el orden gubernamental,
legitima ese orden, aunque aspirara a que éste diera paso a una gestión
más democrática y plural. Si yo hubiera estado en los zapatos de Raúl
Castro (a quien el Señor confunda) habría cuidado a Payá como a la niña
de mis ojos y me habría ocupado de que dispusiera de un auto con buenos
frenos y guiado por un chofer prudente. Porque en cualquier cambio
futuro -que inevitablemente ocurrirá- él habría sido uno de los líderes
de la "oposición leal" (dicho sin demérito alguno a su memoria).

Con su muerte, Cuba ha perdido a uno de sus hijos más nobles, pero el
régimen también ha perdido -aunque sea potencialmente- a uno de sus más
sinceros e inteligentes interlocutores. Ahora predominará más la
desconfianza y el escepticismo en las soluciones pacíficas y negociadas
y, por muchas promesas que hagan los miembros del Movimiento Cristiano
Liberación de seguir los pasos de su líder desaparecido, en el ánimo de
la mayoría de los cubanos, de dentro y fuera, ha aumentado la cólera,
pareja a la convicción de que el caso de Cuba -tal como ha ocurrido en
tantos otros escenarios- no tiene otra salida que la violencia.

Acaso alguna vez pueda decirse que la muerte de Oswaldo Payá -el más
elocuente portavoz de una transición pacífica en Cuba- sirvió para
convencer a sus compatriotas de la ineficacia de esa propuesta y de la
necesidad de volver a optar por los viejos recursos para la remoción de
tiranías: el fuego y la sangre.

© Echerri 2012

http://www.elnuevoherald.com/2012/08/02/1265932/vicente-echerri-la-muerte-util.html

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