Friday, August 3, 2012

El Maleconazo

El Maleconazo
Jueves, 02 de Agosto de 2012 13:38
Escrito por Carlos Rìos Otero

Cuba actualidad, Santos Suárez, La Habana (PD) Cuando el bloque
soviético colapsó, junto con el Muro de Berlín se derrumbaron las
esperanzas de los pocos gobiernos comunistas que quedaban en el mundo.

En Cuba la olla estaba fermentada y el tejido social se hallaba en
ebullición. El 5 de agosto de 1994 se produjeron violentas protestas en
el Malecón habanero. Miles de personas exigían al gobierno que renunciara.

El Maleconazo fue el clímax de las protestas que se sucedían desde 1991,
cuando la crisis económica se hizo patente. El gobierno castrista había
perdido los más de 5 mil millones de dólares anuales que provenían de
las arcas de la URSS y del resto de los países del CAME, y los 14
millones de toneladas de petróleo que revendía al menos a la mitad del
precio en el mercado mundial, petrodólares que eran utilizados para la
subversión continental.

El primer lustro del decenio de 1990 resultó prolífero en balseros. Los
cubanos sobrevivían de los mendrugos de la llamada libreta de
abastecimiento, los servicios básicos se encontraban desechos, lo que se
unía al deterioro de la infraestructura vial y las viviendas.

Apagones de más de diez horas se sucedían a diario. A las pocas horas de
luz, las llamaban "el alumbrón". Cuando ocurrían los apagones, la gente
apedreaba y rompía las vidrieras. Fue difícil que bancos, farmacias y
comercios en general pudieran salvar un cristal. Ardían los cañaverales
y aumentaron los robos y matanzas del ganado vacuno y equino de las
granjas estatales.

Proliferaron los gritos de "abajo Fidel" y "abajo el comunismo". También
gritaban "vivan los derechos humanos", en alusión a como llamaba el
pueblo a los opositores: "la gente de los derechos humanos", a quienes
el régimen difamaba como "mercenarios del gobierno de los EE.UU" y
culpaba de la ola de sabotajes.

Recuerdo algunos incidentes de aquellos primeros años de la década de
los 90.

En Nuevo Vedado, se ubican edificios altos habitados por profesionales y
funcionarios de los ministerios, en los predios del Palacio de la
Revolución. A inicios de los 90, se produjeron apagones tres sábados
consecutivos en aquella zona. El sábado era el mejor día de la
televisión (recordar que la crisis impedía que la gente acudiera a
cines, teatros, clubes) Al cuarto sábado de apagón, desde las azoteas
lanzaron televisores contra el sector de la policía. Los aparatos
explotaban como bombas en medio de la penumbra. A partir de entonces, se
suspendieron los apagones los fines de semana en la zona y mudaron la
delegación policial.

En San Luís, a 800 kilómetros al este de La Habana, y en Artemisa,
pasearon yeguas escuálidas con carteles que rezaban: "yo soy la mujer
del Caballo (apodo de Fidel Castro), mira como me tiene".

En Placetas, en el centro de la Isla, un sábado a media noche vino el
apagón y decenas de personas que se encontraban en el cabaret, se fueron
sin pagar y cargaron con botellas llenas y vacías, que después lanzaron
contra las vidrieras de los comercios.

En Güines, un poblado a 60 kilómetros al sur de La Habana, una madrugada
antes de que volviera la luz, la sede de la policía política fue
bombardeada a pedradas y botellazos.

El 5 de agosto de 1994 desde horas tempranas miles de habaneros se
juntaron en La Punta, y las lanchas de Regla y Casa Blanca fueron
asaltadas y desviadas proa a la Florida. También, se disponían abordar
El Galeón, un barco que realizaba viajes de turismo de La Habana a Bahía
Honda.

Las autoridades movilizaron a la policía y miembros de la Seguridad del
Estado vestidos como obreros de la construcción. La Punta se calentó
desde la media mañana. Los dos bandos empezaron a insultarse. Un auto
policial fue volcado. Alguien gritó: ¡Vamos a pedir ayuda a la embajada
americana!

Los manifestantes se armaron de ladrillos de las construcciones que se
ejecutaban en La Punta y avanzaron por el Malecón y por San Lázaro hacia
El Vedado. La prensa extranjera era alejada de la zona por la policía
política.

Fidel Castro, que estaba atrincherado en el edificio de la Unión de
Jóvenes Comunista (UJC), vio pasar a los manifestantes, que gritaban:
"¡abajo Fidel, que se vaya!"

Juan Contino Aslan, jefe de los CDR, lideraba a los efectivos de la
policía política vestidos de constructores que daban vivas a Fidel y la
revolución. Desde los balcones los bombardearon con piedras, botellas y
macetas. Los vecinos no lanzaron ningún artefacto contra quienes
gritaban consignas en contra de la dictadura.

En el parque Maceo, en las intercepción de las avenidas Belascoaín,
Malecón y San Lázaro, fuerzas del Ministerio del Interior (MININT)
emplazaron dos ametralladoras cuatro bocas con las que apuntaron a los
manifestantes. Entonces cundió el pánico en la muchedumbre que remontó
por las calles Gervasio y Escobar.

rodolfo-tremon-triminoAlguien gritó: ¡a desvalijar las tiendas de
Galiano y Neptuno! Varios comercios estatales fueron saqueados. Estaban
rotas casi todas las vidrieras. Entre ellas, las del hotel Deauville,
que se encuentra en Galiano y Malecón.

Fidel Castro salió del edificio de la UJC, en la Avenida de las
Misiones, y llegó al Deauville, custodiado por su escolta reforzada,
horas después de que los manifestantes habían sido neutralizados por las
fuerzas represivas. Pero declaró: "Yo fui a recibir mi cuota de piedras".

Las autoridades movilizaron del resto del país a miles de militares que
fueron concentrados en la periferia de La Habana. Mientras, en el
cuartel de la policía antimotines, Las Avispas, situado a orillas del
río Almendares, en la madruga del 6 de agosto su jefe, les informaba que
"de continuar las protestas había que tirar a matar, por orden de Raúl
Castro... ya que esa gente quieren quitarnos el poder".

El día 6 en la madrugada, tropas de asaltos del MININT, con perros
policías, invadieron las calles donde se habían desarrollado las
protestas y registraron las casas desde donde habían apedreado a los
represores. Limpiaron los balcones de macetas y botellas que acopiaban
los camiones parqueados en los bajos. Fue una operación relámpago contra
el vecindario, en la que pagaron justos por pecadores.

Castro anunciaba que no patrullaría las costas, lo que provocó que se
desencadenara una estampida de balseros nunca antes vista. Logró desviar
a los indignados hacia las costas de la Florida y así le quitó presión
al volcán.

El presidente Clinton ordenó que a 30 millas de las costas cubanas la
Guardia Costera norteamericana esperara a los balseros y los condujeran
a la base naval de Guantánamo. Allí se acumularon 37 mil balseros, que
después fueron repatriados a EE.UU. Esto sucedió durante casi toda la
segunda mitad del año 1994. Centenares de cubanos fueron pasto de los
tiburones cuando naufragaron sus balsas inseguras.

Los gobiernos de Cuba y Estados Unidos firmaron los acuerdos migratorios
en marzo de 1995. Fueron favorables a la tiranía castrista. Una vez más,
una administración demócrata lanzaba un salvavidas al castrismo.

Bill Clinton cambió la noción del republicano Ronald Reagan de "hasta 20
mil visas" por la de "no menos de 20 mil". Visó a los balseros que
estaban en la base de Guantánamo, y a eso sumó el bombo o sorteo de
visas. Con esto, Clinton apaciguó los ánimos de los cubanos, a los que
sólo les interesó desde entonces cómo escapar de la isla.

Otros gobiernos demócratas anteriormente habían acudido a salvar al
régimen castrista, aliviándolo de la presión de los descontentos.

Lyndon B. Johnson, en 1966, aceptó 300 mil refugiados, casi todos
profesionales de y la clase media. Embarcaron por Boca de Camarioca,
mientras, las guerrillas del Escambray aún combatían.

Carter, en 1980, aceptó 125 mil refugiados y de ellos 16 mil
delincuentes y locos que las autoridades cubanas sacaron de las cárceles
y los hospitales psiquiátricos y embarcó rumbo a la Florida por el
puerto de Mariel.

La administración republicana de George Bush, hijo previno a Castro que
de promover otra estampida de balseros sería considerada como una
agresión contra los Estados Unidos.

Los cubanos le deben a Clinton 18 años de castrismo. El mismo tiempo que
duró la dictadura de Pinochet, quien por cierto, reconstruyó la economía
de Chile. Sin embargo, los Castro han destruido la economía cubana.

La oposición interna, a esta acción de compadreo de Clinton con el
castrismo la bautizó como "síndrome de genuflexión clintonmaniaco.

Para Cuba actualidad: cubano2000cisd@yahoo.es

http://primaveradigital.org/primavera/politica/54-politica/4815-el-maleconazo.html

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