Thursday, August 23, 2012

Assange, Correa, Garzón y los derechos humanos

Assange, Correa, Garzón y los derechos humanos
Jueves, Agosto 23, 2012 | Por Miriam Leiva

LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Julian Assange, Rafael Correa
y Baltazar Garzón tienen en común el anhelo egocentrista de atraer la
atención de los medios informativos. No por gusto les place alterar el
orden mundial, para ser aclamados por fanáticos o ingenuos, creyentes en
sus pretendidos intereses altruistas. Esa troika pretende dar lecciones
sobre el respeto a la libertad de información, la justicia internacional
y los derechos humanos.

Acá, en Cuba, los secretos están bien guardados. Quizás lo escrito se
mantenga difuminado para entorpecer cualquier filtración (leak). Quizás
se haya destruido o evitado la digitalización. Y probablemente los
principales conocedores ya no existen o perdieron la memoria. En todo
caso, la tardanza para implementar la computación y, sobre todo, el
acceso a Internet, ha sido muy útil.

Aquí no puede existir el hacker astuto al estilo Assange, engatusador de
un soldado Bradley Manning. En primer lugar, porque habrían sido
minuciosamente "atendidos" por la Seguridad del Estado, con
interrogatorios destructores de la psiquis, a los que seguirían juicios
sumarísimos y hasta expeditos fusilamientos.

Podrían haber disfrutado el privilegio de recibir promesas de relajación
de condena, a cambio de autoinculpación. Las audiencias se transmitirían
diferidas por la televisión y, una vez cumplidos los propósitos de las
máximas autoridades, una corriente fría recorrería a los acusados, al
conocer el engaño.

Rafael Correa arropa ahora al hacker que publicó muchos miles de
mensajes clasificados, en nombre de la libertad de información y la
denuncia de malas prácticas.

Desde tiempos remotos, los países (y los seres humanos en general) han
desarrollado sus relaciones intercambiando y analizando informaciones
abiertas, y en menor medida, con diversos grados de confidencialidad.
Pero las "audaces" revelaciones de Assange pueden haber puesto en
peligro a muchísimas personas en todo el mundo, y probablemente nunca se
sepa cuántos perdieron la vida como resultado de ellas.

Con el desarrollo de la jurisprudencia nacional e internacional,
divulgar esos contenidos se ha condenado, en un mundo cada día más
democrático y respetuoso de los derechos humanos, alejado del veneno de
serpiente, las puñaladas y los fusilamientos. Muy bien conoce la troika
que lo realizado por Assange puede ser juzgado en el marco de los
sistemas jurídicos de esta época, sin menoscabo, más bien con el
sustento, del derecho internacional.

El presidente Correa ha querido posar, mediante Assange, como defensor
de la libertad de expresión, cuando realmente ejerce toda la fuerza de
su investidura contra todos los medios que, en Ecuador, divulguen datos
y criterios sobre él, su gobierno o instituciones afines.

Entre los ejemplos más notables está su acusación contra el diario El
Universal, y el juicio concluido con una multa de muchos millones para
sacarlo de circulación. Finalmente, debido a la presión internacional,
lo "perdonó", aunque procurando de paso mostrar el hecho como una
muestra de su magnanimidad.

En mayo pasado, se criticó ese comportamiento del gobierno ecuatoriano
en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, durante la revisión pública
universal de rigor, sobre lo cual el Canciller Patiño argumentaría que:
"se considera que la libertad de expresión es ilimitada y no hay ningún
derecho que sea ilimitado".

El 4 de junio, en la 42 Asamblea General de la OEA, a nivel de
cancilleres, efectuada en Cochabamba, el anfitrión, Evo Morales, estuvo
acompañado por su homólogo ecuatoriano, quien atacó a la prensa, las ONG
y la OEA, particularmente a la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH).

El 13 de junio, Correa prohibió a los miembros del gobierno conceder
declaraciones a los medios privados. Por aquellas fechas, fue
entrevistado por Assange en su programa "El Mundo del Mañana", de la
cadena rusa RT, grabado desde la mansión donde cumplía su reclusión
domiciliaria, en Gran Bretaña.

El hacker australiano se refugió en la embajada de Ecuador en Londres,
el 19 de junio de 2012, para pedir asilo político, con lo cual recuperó
la atención de los medios internacionales. Entonces había agotado todas
las instancias judiciales y era inminente su extradición a Suecia, donde
debía responder a la inquisitoria por acusaciones de dos mujeres por
violación, figura jurídica muy atendida y detallada en ese país. Surgió
así la nueva tribuna de Rafael Correa, quien comenzó a entregar su
novela, por capítulos, hasta que terminara la Olimpiada de Londres.

El 16 de agosto, el canciller Patiño aireó la Declaración concediendo el
asilo diplomático. Ya el abogado español Baltazar Garzón había entrado
en el juego. La extensa fundamentación gira en torno al peligro para la
vida de Assange, su seguridad personal y su libertad, bajo el supuesto
de que Suecia lo extraditaría a Estados Unidos, donde iba a ser juzgado
sin garantías procesales y con probabilidad de recibir tratos inhumanos
y pena de muerte.

Se argumenta que el gobierno ecuatoriano pidió garantías a los homólogos
involucrados, y que no las dieron. En cuanto a Washington, contestó que
se trata de un asunto entre Ecuador y Reino Unido –no ha iniciado
ninguna acusación formal contra Assange.

En consecuencia, se ha pedido a los británicos garantías o el
salvoconducto que facilite la salida del país, a lo cual respondieron
que cumplirán su compromiso de extraditarlo y propusieron una solución
negociada.

Correa ha quitado fuelle a las actividades previas del australiano,
aduciendo que el día antes de anunciar el asilo, se recibió una
comunicación de Gran Bretaña con la amenaza de utilizar una ley nacional
que permite desconocer la inviolabilidad de la misión diplomática.

Recuperada la "heroicidad", ahora el hacker cuenta con el respaldo de
gran parte de América Latina, que olvida todo lo anterior y se centra en
la soberanía de Ecuador, el derecho de asilo y, de paso, recuerda el
apoyo a Argentina en el diferendo con Gran Bretaña por las Islas
Malvinas, renovado asiduamente por la presidenta Fernández.

En Guayaquil se reunió el IX Consejo Político de la Alianza Bolivariana
para las Américas (ALBA), el 18 de agosto, y la Unión de Naciones
Sudamericanas (UNASUR), el día 19, ambos a nivel de cancilleres, según
se anunció "en solidaridad y respaldo al gobierno de Ecuador, ante la
amenaza de violación del local de su misión diplomática, y reiterando la
vigencia de las instituciones de asilo y refugio para proteger los
derechos humanos".

Julian Assange, con escenografía en el balcón del céntrico barrio
londinense, flanqueado por bandera y escudo ecuatorianos, habló
durante 10 minutos, a través de micrófonos, al enjambre de periodistas
situados en la acera de enfrente, y separados por policías que se
apostaban muy cerca unos de otros, como esperando lo que el ego
mediático, en libertad condicional hasta su extradición, no haría: poner
un pie en suelo británico.

"Pido al presidente Obama que haga lo correcto y que ponga fin a la
caza de brujas contra Wikileaks", aulló Assange. Adentro, Garzón había
aconsejado, entre otras cosas, la recurrencia a la Corte Internacional
de Justicia de La Haya, y, más lejos, el canciller Patiño daba evasivas
a la prensa sobre una solicitud al Consejo de Seguridad de la ONU.

Cuánta hipocresía a nombre de los derechos humanos. El próximo round de
la pelea sería la reunión de la OEA, prevista para hoy 23 de agosto,
aunque Estados Unidos y Canadá han declarado que el asunto debe
abordarse bilateralmente, entre Ecuador y Gran Bretaña.

http://www.cubanet.org/articulos/assange-correa-garzon-y-los-derechos-humanos/

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