Saturday, August 18, 2012

Anticlímax olímpico

Publicado el viernes, 08.17.12

Anticlímax olímpico
Miguel Sales Figueroa

La prensa cubana, aquejada de triunfalismo crónico, ha glosado los
éxitos de los deportistas nacionales en los trigésimos Juegos Olímpicos
que acaban de terminar en Londres. La delegación de la isla obtuvo 14
medallas –5 de oro, 3 de plata y 6 de bronce– y terminó entre los
primeros 20 países del mundo, cualquiera que sea el baremo con que se
mida su desempeño.

Pero el incienso de los turiferarios y las cifras que pregonan ocultan
una realidad menos brillante. La cosecha de preseas que los atletas
cubanos obtienen en las Olimpiadas viene declinando desde los Juegos de
Barcelona (1992) cuando alcanzaron el máximo histórico de 31 medallas.
Los resultados posteriores –25 en Atlanta, 29 en Sidney, 27 en Atenas,
24 en Pekín– reflejan la decadencia paulatina de la fábrica de campeones
del sistema castrista. Las 14 medallas de Londres sitúan a Cuba en un
puesto similar al que alcanzó en Montreal hace 36 años, cuando ganó 13,
con la diferencia de que entonces consiguió 8 oros y ahora sólo cinco.
Con el agravante de que en esta ocasión todos los equipos colectivos
quedaron eliminados en las pruebas clasificatorias.

En la década de 1960 el gobierno cubano (o sea, Fidel Castro) decidió
que el deporte sería una vitrina propagandística de primer orden. Según
el modelo soviético, el régimen realizó cuantiosas inversiones con el
fin de maximizar la cosecha de medallas que pondría de manifiesto la
superioridad del hombre nuevo forjado por el marxismo-leninismo en Cuba.
Las escuelas primarias y secundarias especializadas, conocidas por las
siglas EIDE, las de perfeccionamiento atlético (ESPA) y las múltiples
variantes de los equipos nacionales, conformaron una estructura
piramidal encargada de preparar a los futuros campeones olímpicos, sin
parar mientes en el precio humano y económico que esos triunfos habrían
de comportar.

La otra faceta de esa estrategia propagandística consistió en invertir
recursos considerables en deportes que carecían de arraigo en el país y
que en el resto del mundo tampoco se practicaban mucho, pero que aun así
figuraban en el programa olímpico. Este esfuerzo ha sido la clave de
algunos triunfos insólitos logrados por los representantes cubanos.

Las condiciones sui generis de la sociedad cubana de la época
contribuyeron mucho al éxito inicial de esta política. Había en el país
una gran tradición deportiva, los jóvenes disponían de pocas opciones de
recreación, la distinción atlética generaba prebendas inasequibles para
el ciudadano de a pie (viajes, ropa, comida segura y exención de penosas
tareas "revolucionarias" como la zafra azucarera o las maniobras
militares) y el prestigio social que alcanzaban los triunfadores abría
oportunidades en la estructura del Estado.

Todo ese montaje funcionó mientras los subsidios soviéticos permitieron
financiar el colosal despilfarro del régimen castrista. Desaparecida la
URSS en 1991, la decadencia del deporte cubano era inexorable. A la
disminución de recursos hay que añadir la fuga de numerosos deportistas
y entrenadores.

Durante muchísimos años los exégetas del castrismo se complacían en
comparar los resultados proporcionales de Cuba en los Juegos Olímpicos
con los de otras naciones en las que imperaba el "deporte rentado". Es
decir, calculaban cuántas medallas por habitantes lograba el país, los
resultados en función del PIB, etc. La conclusión ineludible era que el
sistema cubano superaba con creces al de cualquier enemigo capitalista,
en particular a Estados Unidos.

Pues bien, en los Juegos Olímpicos de este año, Jamaica,
Trinidad-Tobago, Nueva Zelanda, Hungría y Australia han logrado más
medallas por habitantes que Cuba. Y según el cociente resultante de
dividir el PIB entre el número de preseas, el resultado de Jamaica es
tres veces superior al de Cuba.

Paradójico destino ha tenido el deporte cubano. El régimen lo promovió
mediante inversiones que ningún país democrático hubiera podido
permitirse, porque iban en detrimento de otros sectores económicos más
útiles o más necesarios, hasta transformarlo en una eficiente máquina de
propaganda. Su declive refleja ahora la decadencia general del sistema
de socialismo dependiente que los hermanos Castro implantaron.

Los resultados de esta Olimpiada parecen indicar que el castrismo nunca
avanzará más rápido, ni subirá más alto, ni será más fuerte.

Ex preso de conciencia cubano.

http://www.elnuevoherald.com/2012/08/17/1279617/miguel-sales-figueroa-anticlimax.html

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