Monday, April 9, 2012

75 horas y 15 minutos. Vivencias de un corresponsal amordazado (III)

75 horas y 15 minutos. Vivencias de un corresponsal amordazado (III)
Lunes, Abril 9, 2012 | Por Alberto Méndez Castelló

PUERTO PADRE, Cuba, ( www.cubanet.org) -Esta es la celda uno. La número
dos es más pequeña y oscura. En ella permanecí hasta mediada la tarde
del primer día de mi secuestro.

Sí, secuestro, porque legalmente no existen motivos para mantenerme
encerrado.

Esa tarde solicité un periódico, pero como apenas si allí podía leer, el
instructor indicó al carcelero trasladarme a este calabozo pintado de
amarillo y mejor ventilado.

Mi encierro es amplio: seis pasos de norte a sur, cuatro de este a
oeste. Dos muros de ladrillos unidos por dos planchas de hormigón hacen
la litera. Cemento, piedras y cabillas por cama. De noche y hasta poco
antes del amanecer, los carceleros entregan a los presos una delgada
colchoneta de esponja.

La reja tiene nueve barrotes verticales y otros tantos horizontales. Dos
delgadas aberturas permiten a los carceleros introducir las bandejas con
los alimentos. De todas formas, esas holguras resultan innecesarias.

Miro la reja. Siento la cabeza a punto de estallar por el dolor y me
pregunto por qué.

¿Por qué el gobierno cubano penaliza el derecho al ejercicio de la
libertad de opinión y de expresión, o el derecho de recibir información
y opiniones y difundirlas sin limitación de fronteras si es signataria
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos?

Sencillamente, me han negado el derecho a preguntar por qué en menos de
tres lustros, y luego de la caída del Muro de Berlín, las visitas a este
país de nada menos que dos Papas llevaron al "tránsito" de un ateísmo
marxista rampante a un cristianismo de asombro.

Acaso… ¿será que a falta de un muro de piedras donde atrincherarse, los
marxistas decidieron parapetarse detrás de un montón de gente
arrodillada ante la imagen de Cristo? Pienso que si la respuesta es
afirmativa, debe ser una gran victoria para los marxistas tener dentro
de esa línea defensiva al mismísimo Papa.

Tenía esos pensamientos mezclados con las imágenes del Polo Sur que me
brindaba la lectura de "El peor viaje del mundo", cuando no pude más.
Debí cerrar el libro para ir a sentarme en la cama de piedras. ¿Veía
montañas heladas o montañas de rejas?

Recordé a Boitel y a Zapata. Sólo estoy transitando por una minúscula
fracción del sacrificio de ellos y de tantos otros, pero ya sé, por
experimentarlo en mi carne y en mis huesos, cuánto dolor hubo en sus
muertes y me pregunto: ¿Ajustado a los leyes escritas y no escritas de
la humanidad, puede negarse que ellos murieron como víctimas de
asesinatos ejecutados con premeditación y alevosía?

El carcelero llega junto a la reja: "¿Se siente mal?".

"Me duele la cabeza", digo.

En silencio hace una seña para que me acerque. Cuando llego junto a él
me dice con emoción, con una sinceridad que derrumba: "Yo le traigo sus
medicinas y nadie se entera. Mi palabra, eso queda entre usted y yo".

Ha pronunciado esas palabras en un susurro para que los presos en las
celdas contiguas no lo escuchen. Pero le respondo: "Hijo, eso sería
engañar a mi conciencia".

El carcelero se aleja. No comprende que es otra víctima. No quiero
odiar, quiero perdonar.

Para apartar pensamientos perturbadores arremolinados en mi mente,
intento proseguir la lectura, pero es imposible. La arquitectura
carcelaria es sencillamente diabólica.

En días nublados como hoy, todavía a las 10 de la mañana la luz del sol
es insuficiente para leer. Supe que eran las 10 porque cuando
infructuosamente intentaba proseguir la lectura, llegó la enfermera con
los medicamentos correspondientes a esa hora.

¡Oh, Dios, cuánta oscuridad en mi celda y en su uniforme blanco!

Me duele verla marchar con el sobre amarillo cerrado tal como llegó. Y
es que quienes rondan por mi celda están más faltos de libertad que yo.
¡Todos!

El teniente coronel jefe de la policía política del quien -¡qué ironía!-
solo dicen que se llama Abel, ¿Por qué ocultan sus apellidos? El mayor
que ejecutó mi secuestro solo lo llaman Eduardo… ¿Y su padre y su
madre? ¿No tendrá?

El mayor de investigaciones criminales y operaciones, al acusarme por un
delito que no cometí, se acusa a sí mismo. El oficial de guardia, los
tres carceleros, la muchacha que tomó mis huellas, la doctora y la
enfermera que pretenden curar mis llagas para que esté sano entre rejas.
Todos, absolutamente todos, están encarcelados dentro de ellos mismos al
no poder decir lo que piensan.

Celdas abajo los presos no cesan su parloteo. El carcelero tiene
sintonizado Radio Reloj: tictac, tictac, tictac, tictac. ¿Las cinco ya?

Aunque de pie junto a la persiana de hojas dobles, otra vez debo cerrar
el libro. El sol, tan dado a los cambios, es renuente a penetrar en un
espacio tan inamovible.

Escucho a los presos contándose desgracias. Por lo que oigo todos son
inocentes. ¿Será verdad? El enfermo de sida dice que lo hizo por una
cuestión de honor.

Aunque los otros presos y yo no nos vemos, por la voz puedo identificar
a cada uno de ellos. Siempre están contando historias. Ya me resulta
fácil conocer cuándo habla el de la pistola, el de la chiva, el del
machetazo, el del cerdo, el de las lesiones, o el enfermo de sida.

Pero ahora una combinación de cefalea y un fortísimo dolor en el pecho
no me permite escuchar a mis vecinos. Todo esto me trae el recuerdo de
un momento similar hace varios años y me pregunto: "¿Será el final?".
Pienso en mis padres, en mi mujer y en mis hijos y, a pesar del dolor de
ellos, como aquella vez digo: "Ojalá, ojalá".

Digo a mis secuestradores: "¿Saben?, lo mejor que pudiera pasarme es
morirme de un infarto. Sería estupendo morirme en este calabozo de un
infarto. Solo siento curiosidad y quisiera saber qué van a decir y
cómo van a justificar mi muerte dentro de esta celda".

Por supuesto, como aquella vez, me respondieron lo mismo: Eso no lo
deciden ellos.

ARTICULO RELACIONADO:
http://www.cubanet.org/articulos/75-horas-y-15-minutos-vivencias-de-un-corresponsal-amordazado-parte-ii/

http://www.cubanet.org/articulos/75-horas-y-15-minutos-vivencias-de-un-corresponsal-amordazado-iii/

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