Thursday, December 15, 2011

Los grandes aliados de los Castro

Sociedad

Los grandes aliados de los Castro
Iván García
La Habana 15-12-2011 - 10:40 am.

'La política no es mi problema', dicen muchos cubanos. El régimen lo
sabe y lo aprovecha a su favor.

Julia, una empleada de 54 años, forma parte de ese 70% de indiferentes
ciudadanos que predomina en la sociedad cubana. Julia aprovecha su
acceso a internet y el tiempo muerto en su oficina, que es bastante,
para descargar informaciones sobre programas de la farándula en la Florida.

En DVD, alquila una montaña de programas como Caso cerrado, El gordo y
la flaca y, sobre todo, La descarga, de Alexis Valdés, muy popular en la
Isla.

Pasada las 7 de la noche, después de cenar arroz sin frijoles negros
(están muy caros, dice Julia), carne de cerdo o huevo en cualquiera de
sus variantes —hervido, frito, revuelto o en tortilla— y una tajada fina
de aguacate, excepto el marido, que se va a un rincón a escuchar béisbol
por la radio, toda la familia se sienta a ver enlatados miamenses
durante varias horas.

La familia de su vecina Regla prefiere los culebrones mexicanos o
brasileños de Univisión.

Muchos de estos cubanos, indiferentes a la política, por 10 pesos
convertibles al mes (el salario mínimo en Cuba) se conectan por cable a
antenas ilegales. Son circuitos televisivos privados que funcionan en
numerosos barrios de La Habana y algunas provincias, con programaciones
diseñadas por el dueño de la antena, esencialmente las trasmitidas en el
sur de la Florida: muñequitos, culebrones, noticieros, humorísticos y
béisbol de las Grandes Ligas.

Julia cree que el mejor anti estrés frente a la dura realidad económica
son los programas de entretenimiento. "Para qué tanta jodedera con la
política. Esto no va a cambiar. Aquí los de abajo nunca tendremos voz ni
voto. Por eso a mi familia no le interesa la política, ni la interna ni
la internacional".

Esa franja de cubanos equidistantes, a todas luces mayoría, desconectan
la tele a las 6 de la tarde o cambian de canal cuando comienza la Mesa
Redonda. No ven los noticieros, y cuando compran el Granma o la revista
Bohemia es para llenar el crucigrama o como sustituto del papel sanitario.

Silenciosamente, forman parte de las estadísticas que el régimen exhibe
orgulloso para demostrar el apoyo popular con que cuenta.

Julia, Regla y los cubanos indiferentes como ellas, van a votar en los
remedos de elecciones "democráticas" que cíclicamente se celebran en
Cuba para elegir el monocorde Parlamento Nacional o los inútiles
delegados municipales que apenas gestionan los innumerables problemas
locales.

A pesar de que muchos cubanos ambiguos dicen no interesarse por la
política, rezongando, asisten a las "marchas del pueblo combatiente",
las pachangas revolucionarias conmemorativas o los actos de repudio a
las Damas de Blanco.

A ratos, los correcaminos de los servicios especiales movilizan al
personal de empresas situadas en Centro Habana, cercanas al domicilio de
la fallecida Laura Pollán, ahora sede de las Damas de Blanco, para
acosar a las mujeres que en ese momento se encuentren allí.

Las brigadas se forman principalmente con trabajadores pertenecientes al
partido y la juventud comunista, comprometidos con el régimen. Y hacia
la vivienda de la Pollán los mandan, a gritar ofensas y a golpear, si se
calientan las pasiones. Entre estos paramilitares improvisados, unos
cuantos que se declaran "apolíticos" y prefieren ver telenovelas.

Son parte de los lazos de compromiso creados por el régimen. A Raúl
Castro poco le importa que la gente desbarre contra el sistema en un
taxi particular o en su casa, si al "llamado de la revolución" salen a
atajar las "indisciplinas sociales" o las "provocaciones de los
mercenarios y vendepatrias".

Eso está sucediendo en Cuba. Una cifra abrumadora de cubanos obvia los
problemas políticos. Prefiere el "invento". Que ya se sabe lo que es:
robar a las dos manos en sus puestos de trabajo o conseguir un puñado de
pesos vendiendo pizzas o discos piratas en algún timbiriche particular.

Es probable que los talibanes fieles a Castro no excedan el 15% de la
población. Los opositores públicos se mueven en esos guarismos. Pero —y
ésta es una de las causas de que en Cuba no existan grandes protestas
antigubernamentales— la inmensa mayoría opta por no manifestarse.

El miedo tocó a sus puertas mucho antes de ver en el sofá de la sala
programas foráneos críticos contra el régimen, los cuales
clandestinamente circulan por todo el país.

Algunos, como Julia, creen que el descalabro económico y el mal gobierno
de cinco décadas no se va resolver si ella se tira a la calle. "Ése no
es mi problema", dice.

El gobierno lo sabe. Y lo aprovecha a su favor.

http://www.ddcuba.com/cuba/8526-los-grandes-aliados-de-los-castro

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