Saturday, December 10, 2011

La soledad de la rebeldía

Derechos Humanos

La soledad de la rebeldía
Raúl Rivero
Madrid 10-12-2011 - 5:30 pm.

Para los líderes democráticos latinoamericanos, una dictadura de más de
medio siglo es la representante legítima del pueblo cubano.

Las presidentas de Argentina y Brasil, Cristina Fernández y Dilma
Rousseff, durante la cumbre del CELAC. (REUTERS, Caracas, 2 de viembre
de 2011)

Los grupos opositores, la disidencia interna, el periodismo
independiente, los jóvenes comprometidos con la libertad a través de las
redes sociales y la incipiente sociedad civil cubana no reciben ni un
gesto de respaldo, ni siquiera un mensaje discreto de solidaridad de
ninguno de los gobiernos considerados democráticos de América Latina.

Para los líderes de esos países, elegidos en comicios libres y sujetos a
la ley de la alternancia del poder, una dictadura totalitaria de más de
medio siglo es la representante legítima del pueblo cubano.

Fieles a esa indiferencia con la gente que trabaja y lucha contra un
Estado avasallador, le dan ese mismo jarabe a los activistas que se
rebelan todos los días en Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador.

Lo demostraron en la ceremonia de fundación del nuevo antojo de los
radicales: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Allá fueron a hacerse la foto para salir en las postales de fin de año
con Hugo Chávez, Raúl Castro, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega.

A darle de beber a sus grupos de izquierda para que no les dé rabia. Y a
recibir con entusiasmo y disciplina una ración de insurgencia verbal.

Los caballeros demócratas no escucharon allí el cacerolazo que le
regalaron los opositores a su anfitrión a pocos metros del lugar donde
se pronunciaban los discursos. Estuvieron tranquilos, atentos a la
palabrería de los que persiguen a periodistas y cierran medios de
prensa, los que asaltan las urnas de las elecciones y a los que ordenan
a la policía y al ejército atacar a quienes los llevaron al poder.

Siguieron al pie de la letra el mensaje humilde del representante de
Cuba que fue a decir que estaba dispuesto a compartir con el continente
la pobreza de su país.

Pero no aclaró si ponía también al servicio de sus camaradas la
experiencia represiva de su régimen que, a esa misma hora, ordenaba una
oleada de arrestos masivos, golpizas y persecuciones en La Habana,
Matanzas, Villa Clara y Santiago de Cuba.

Los presidentes de México, Republica Dominicana, Chile y muchos otros
países estaban allí con encargos estratégicos, lejos de esos reconcomios
políticos. Fueron a oír a sus colegas, a unirse y a comprenderlos como
si de verdad se creyeran el cuento de que un hombre puede encarnar a una
nación entera.

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